pásalo
Abre la puerta, niña
Sevilla tuvo más puertas que el Bernabéu, como corresponde a una ciudad que tiene tanto que guardar como perder
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Iniciar sesiónPara ser la nuestra una ciudad tan cerrada como el puño de un avaro, Juan Miguel Vega, ha tenido el talento sobrado de encontrarle veintitantas maneras de entrar, lo que ya de por sí roza lo milagroso. O, expresado en términos de admiración tecnológica, una ... aventura digna del Perseverance de la NASA en Marte. Vega, Juanmi para sus coetáneos, no necesita presentación. En Sevilla quien da el pregón de Semana Santa y lo borda, pasa a la memoria de la ciudad como un inolvidable mago que, en una mañana de marzo o abril, te abrió la puerta del corazón para hacerte ver con la fuerza de la palabra un paraíso de azahares, lirios, cruces y dolorosas dibujando el año nuevo local. Pero además de pregonero, de ser uno de los pioneros del Llamador que fundieran en el oro radiofónico del éxito Luis Baquero y Paco Sánchez, es un imprescindible oráculo de la Sevilla eterna y externa. Al de Delfos, en su templo en el Parnaso griego, se iba a preguntar por el futuro. A Juanmi se acude para conocer el pasado y el presente de una ciudad. La de las 'Veintitantas maneras de entrar en Sevilla', un libro de la gente de El Paseo que resulta una caminata exhaustiva, disfrutona y sorprendente.
Sevilla tuvo más puertas que el Bernabéu. Como corresponde a las ciudades que tienen mucho que guardar y otro tanto que perder. Y Juanmi se ha dedicado a franquearlas, con la lupa del periodismo, el compromiso del historiador, la curiosidad del filatélico, la guasa del compadre en el Coronado y la exactitud emocionada de la salida por la ojiva de San Esteban de una virgen desamparada. Es la historia y el presente de la ciudad la que entra y sale por esas puertas que se las llevó el viento a veces sospechoso de la modernidad y que son memoria fotográfica, pictórica y arqueológica de un ayer al que también le llegó su hora. Su mala hora para los que hemos maldecido con toscas palabras de arriero el día en que nacieron sus derribistas y cegatos adoradores de una modernidad mal digerida.
El libro de Juanmi Vega es de los que desasnan y riegan el orgullo local. El bueno. No el que peca de miarmismo o mejormundismo. Y es muy aconsejable para iluminar estas tardes de prematura oscuridad y disfrutarlas con un buen bebestible en soledad y escuchando de fondo en el tocata el Abre la puerta niña, de Jesús de la Rosa, por ejemplo. Las luces del Ayuntamiento están muy bien. Pero los paseos por las puertas sevillanas que fueron y las nuevas que se abren, simbólicamente, en el extrarradio son tan saludables que alumbran el conocimiento, que es la base del amor. Del amor a una ciudad que sigue salvándose de sí misma porque fue verdad lo que dijo Gala de ella. Por esas puertas que ya son agujeros en el aire pasó la vida y la muerte, la paz y la guerra, la salud y las epidemias, los grandes hombres y enanos traidores, la plata y las ratas, descubridores y descubiertos, ortodoxos y heterodoxos, ilustrados y lastrados. Para ser una ciudad tan cerrada, tuvo puertas hasta para tocar el Sol… Gracias, Juanmi, y pase usted primero.
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