Velintonia al mejor postor

Se quedó en España el hombre bueno que siempre tenía un momento para ayudar a los jóvenes. Era el monumento vivo de la Generación del 27, el poeta que conectaba con lo que podría haber sido pero que no fue. El escritor que había visto la primera luz en la puerta de Jerez, en el palacio de Yanduri al que volvió para redescubrir las luces de la infancia. Siempre las luces de la infancia en nuestros poetas…

En Madrid sale ahora a subasta la casa de Velintonia, que para los letraheridos es un monumento literario, un lugar en el que siguen corriendo los vientos de la poesía y las conversaciones de los que ya no existen, pero que continuamos leyendo.

La desidia de las administraciones y las guerras de los herederos han hecho que un símbolo de nuestra cultura esté ahora subido en las páginas de inmobiliarias, vendido al mejor postor, calibrado según metros cuadrados y espacios habitables. Y no es eso, Velintonia es una catedral de nuestra poesía, un lugar que simboliza el divino ejercicio de la poesía. Y fue -cómo no- un poeta sevillano, aunque criado en Málaga, la ciudad del paraíso, quien les relataba la sagrada memoria de la literatura. ¿Alguien ha levantado la voz desde esta Andalucía siempre olvidadiza con sus mejores hijos?

Velintonia, al no ostentar el lugar que merece en nuestra memoria, corre el riesgo de hundirse en el olvido. Ojalá no se tienda la sombra sobre el paraíso y sea el símbolo de la resistencia. Como decía Max Aub desde su exilio: «Nunca perdimos ni perderemos España del todo mientras viva Vicente Aleixandre en Velintonia».