Trampantojos
Tomates españoles fritos
Fue en un huerto de la calle Sierpes donde se plantó el primer tomate en Europa
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Iniciar sesiónLa soberbia francesa es infinita. Ningún otro país ha mostrado tanta capacidad para creerse el mejor lugar del mundo. No hay más que repasar su pasado para confirmar esa increíble habilidad para el autohalago. Todo lo contrario de lo que ocurre en España, un país ... acomplejado que subraya sus episodios más negros sin necesidad de que lo hagan los enemigos.
Tiene gracia que sean los franceses quienes vengan a dar lecciones de la crianza del tomate, pues fue en un huerto de la calle Sierpes donde se plantó la primera mata de la hortaliza americana en Europa. En el jardín sevillano del médico y botánico Nicolás Monardes vio la primera luz europea esta fruta de bodegón. A fin de cuentas al puerto de Sevilla llegaban los exóticos frutos de las Indias jamás probados en el Viejo Mundo. Así que en cuestiones de paladar nadie puede darnos lecciones de experiencia. Desde entonces aquí se han cultivado infinitas variedades de tomates versionando aromas, texturas y sabores. El fruto de la calle Sierpes se multiplicó en mil familias que iban desde la dulzura a la acidez. Sin olvidar una paleta de color del rosa al casi negro con los matices rojos diluidos en las delicadezas rotundas del gazpacho.
Los franceses ya aprovecharon una guerra que se llamó de las naranjas para aparentar una invasión en Portugal, pero fue una excusa para declarársela a España. Así surgió la Guerra de la Independencia que perdieron por exceso de confianza y altanería. Sin duda son unos maestros para olvidar los momentos vergonzantes de su historia.
¿Y qué papel tomará España en la guerra de los tomates? Como era de esperar, en el presidente del Gobierno asoma la típica tibieza de la diplomacia española. España siempre ha sido un país torpe en la defensa de sus intereses. A Sánchez, exhausto de luchar con los enemigos de dentro, se le nota la voz cobarde hablando a los de fuera. Así que para salvar el prestigio nacional habría que enviarlo a Francia con las huestes de la Tomatina de Buñol y prestarle algo del orgullo de la tierra que nutrió los primeros tomates de Europa.
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