TRAMPANTOJOS
Un río con mala sombra
La polémica del puente de la SE-40 sobre el Guadalquivir es otro proyecto lastrado por la desidia y el marasmo
Ha sido el Guadalquivir un río con fortuna? En el Siglo de Oro fue el cauce por el que navegaron las maravillas de ultramar. Y sus riberas inspiraron a poetas de todos los siglos. Sin embargo, la grandiosidad del viejo Betis ha tenido mala sombra ... en algunas esquinas de su historia.
Surge ahora la polémica del puente de la SE-40 que se construirá sobre el río. Un proyecto retrasado por culpa de la desidia y el marasmo que contagia tantas cosas en estas latitudes. En su día -in illo tempore- se decidió que la opción más apropiada sería un túnel y para ello se emplearon millones de euros. Pero ahora, como quien improvisa un chascarrillo, se ha optado por construir un puente. Años y mucho dinero público malgastado que se pierde por los afluentes de malas aguas. ¿No sería lógico que alguien se responsabilizara de tantos caudales públicos perdidos?
Aquel que fue nuestro gran río parece tener mala suerte. Al menos algo se truncó en algún momento de su historia cuando dejó de ser río de plata en el que se espejeaban las bellezas del mundo. La mala suerte de este río con la ingeniería hidráulica cuenta ya con varios episodios. Siempre ha sorprendido que un cauce que era la artería de la capital económica del imperio español no contara más que con un puente. Un mísero puente formado por trece barcas que se quebraba con las riadas y que quedaba inutilizado constantemente por el trajín diario entre Sevilla y Triana. Hasta mediados del XIX no se construyó el 'moderno' puente de Isabel II.
Es curioso que a lo largo de los siglos hubiera muchos proyectos de ingeniería para construir otros puentes. Pero finalmente, por culpa de la misma desidia que sigue nublando el progreso, todos los planes se malograron. ¿Será que este río tiene alguna maldición extraña en el fondo de su cauce?
Precisamente en su cauce estuvo la mala suerte que condenó su destino cuando era el corazón del mundo. El Guadalquivir dejó de ser el gran río de nuestra historia cuando los lechos fluviales se llenaron de barros por culpa del efecto de las mareas. Además, los restos de barcos hundidos crearon sedimentos que impedían la navegación de barcos demasiado pesados. Esos barcos que traían la plata de las Indias. Ésa fue la razón de que Sevilla dejara de tener el monopolio comercial con América en beneficio de Cádiz y su puerto abierto al mar.
¿Y ahora? ¿Qué ocurre otra vez con los paisajes del Guadalquivir? En la argumentación para optar por la construcción de un puente en vez de un túnel se habla de la integración paisajística como si aún estuviéramos detenidos pintando un cuadro fluvial de los de la Escuela de Alcalá.
Se han valorado la «calidad del aire», los «efectos acústicos» y hasta la iluminación para evitar la emisión de luz hacia el cielo y en la lámina de agua. Un cuadro que huele, suena y se contempla. Esperemos que este río con mala suerte tenga mejor fortuna y que el viento que sopla con sus mareas nos traiga mejores atardeceres.
Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras