TRAMPANTOJOS
La parodia de los otros
El humor es sano, pero el problema es que se hace desde un lugar incapaz de reírse de sí mismo y de sus verdades oficiales
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Iniciar sesiónHace varios años publiqué un libro sobre la romería del Rocío que aportaba una visión distinta a la habitual narración apologética que se suele hacer como lectura oficial de la fiesta. Mi intención con «El polvo del camino. El libro maldito del Rocío» era mostrar ... una mirada que no solía aparecer en las crónicas clásicas, y que sólo había visto en audaces textos de Chaves Nogales en su certero reportaje sobre la Blanca Paloma en vísperas de la Guerra Civil o en la novela «Con flores a María», de Alfonso Grosso. Ambas aportaciones habían sido muy cuestionadas en su día, a pesar de que pertenecen a una corriente que nunca debería faltarnos para seguir evolucionando: la mirada autocrítica y el replanteamiento de las versiones oficiales. Creo que esa lectura heterodoxa ha sido una de las características de nuestra tierra. En Andalucía hemos tenido tantos ortodoxos como heterodoxos. No hay más que repasar la historia de los pensadores y creadores andaluces.
Alfonso Grosso recibió amenazas y tengo que decir que yo también, sobre todo por parte de personas que no admitían otras versiones sobre determinados asuntos. Sin embargo, otras personas -incluso muy devotas o, al menos, asiduas de la romería- encontraron que aportaba una inédita lectura en la que también se sentían reconocidos. Yo había elegido el humor, el sutil florete de la ironía para contar algunos aspectos de la romería. El libro fue el epílogo a un trabajo periodístico que realicé durante siete años en el periódico en el que entonces trabajaba. Intenté aportar cierto distanciamiento para narrar la fiesta colocando un espejo delante de lo que veía y contando lo que se reflejaba sin adornarlo con la retórica vacía que detectaba en las crónicas que se hacían sobre la romería. A veces lo que aparecía en ese reflejo era verdaderamente hermoso y en otras no era más que una imagen grotesca. Elogié lo que veía de auténtico en la fiesta, pero también señalé con sarcasmo aspectos en los que se frivolizaba y tergiversaba la naturaleza supuestamente religiosa de la devoción a la Virgen. Porque la romería no era más que una excusa para otra cosa…
Siempre me he sentido orgullosa de ese libro, porque creo en el sano ejercicio de la parodia, de la autocrítica y el cuestionamiento de lo oficial. Así que el sketch realizado por la televisión catalana sobre la Virgen del Rocío me ha planteado una profunda reflexión. Sigo creyendo que la crítica con humor es un sano ejercicio que nos permite abrir la mente. Sin embargo, lo que falla en esta historia es que detrás de ese ejercicio de humor no existe más que un burdo chiste realizado desde un lugar que precisamente no se caracteriza por su capacidad autocrítica. Una televisión instrumentalizada en la que se critican las verdades de los demás, pero no las propias. Un poder que mira con soberbia y prepotencia a los demás. Gente que no puede dar lecciones de tolerancia porque es incapaz de reírse de sí misma. Lo que hay debajo de la humorada es un insano discurso de desprecio realizado desde una supuesta altura moral. Y eso no tiene ningún valor.
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