TRAMPANTOJOS
El mito de la Sevilla fernandina
El 23 de noviembre la ciudad fue conquistada por el rey cristiano aunque en las raíces quedara la música para leer divanes, gacelas y casidas de nostalgia
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Iniciar sesiónCabalga sobre los cielos de Sevilla el rey Fernando III. No reconoce la ciudad en la que levantó un campamento que olía a sed, sangre y milagros. Allí caía el sol de justicia del verano de 1248. Hasta que en noviembre el rey Axafat se ... rindió entregando las llaves de la ciudad.
Ahora se cumple esta efeméride sobre la que se construyó la ciudad cristiana, la ciudad del mito de la reconquista que se convirtió en icono de la cruzada. Pero cuando nos colocamos en el lugar del vencido vemos a unos sevillanos que habían permanecido aquí durante siglos. Sevillanos que entonaban canciones elegíacas por la pérdida de su paraíso. Algunos se marcharon y otros se quedaron. Eran los mudéjares, cuya huella quedó impresa en la piel de la ciudad: en sus nuevos monumentos, en los templos surgidos de las antiguas mezquitas, en los palacios en los que los cristianos aprendieron a apreciar el placer y la vida.
El 23 de noviembre Sevilla fue conquistada por las tropas del rey Fernando que crea una nueva ciudad, aunque en las raíces quedara la música para leer divanes, gacelas, casidas, moaxacas y jarchas. Todo sonaba a nostalgia por lo perdido.
¿Cuánto de esa Sevilla andalusí y cuánto de la Sevilla cristiana tiene la ciudad actual? Sería difícil poder leer el paisaje urbano porque hay mil capas impostadas. Pero ahí tenemos a ese rey Fernando sobre su caballo vencedor galopando por los cielos de Sevilla. Ese monumento tardó décadas en levantarse: desde 1877 a 1924. Sobre el corazón del solar en el que en tiempos se había levantado el convento grande de San Francisco, donde Murillo colgó su serie de milagros dedicados al santo menesteroso.
Mientras, cayeron soles y lluvias que forjaron de tiempo y herrumbre la estatua. También en los años de las vanguardias unos poetas ebrios de pernod le declararon la guerra a la estatua del rey cristiano. Son los tiempos de la revista ultraísta «Grecia» y la famosa cruzada ultra sucedida un 20 de marzo de 1920. La ciudad vive el Trienio Bolchevique y unos poetas buscan la casa del erudito Luis Montoto, uno de los académicos de levita que ha impulsado el proyecto de la estatua del rey santo. En la madrugada de vanguardias salvajes encontrarán la casa y lanzarán patatas por la ventana, 'pommes de terre', que para eso estamos en la época de las 'soirées'.
Sobre esta Plaza Nueva girará en un vértigo imposible la historia de la ciudad. Sobre esas losas en las que tantas veces hemos resbalado con la lluvia sonarán las horas en el reloj del Ayuntamiento, caerán las tardes tranquilas sobre las palmeras que poetizó Borges en su primer viaje a Sevilla. Vendrán las guerras y el sol de los muertos. Y todas las batallas en las que sigue cabalgando el rey Fernando III sobre los cielos de la ciudad. Perdido, sonámbulo, feliz, trágico, victorioso. Y mientras, sobre su cuerpo momificado, continúa derramándose eternamente la leyenda del tiempo.
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