TRAMPANTOJOS
Memoria fluvial
Un museo en penumbra se esconde en el Guadalquivir, una narración histórica a través de los objetos hallados en su fondo
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Iniciar sesiónLa aparición de una espada tartésica en el lecho del Guadalquivir a su paso por Coria desvela la gran metáfora histórica en la que vivimos. Habitamos un lugar que es como un hojaldre en el que cruje el ruido del tiempo y donde las capas ... del pasado esperan con impaciencia salir de la oscuridad. Paseamos por la ciudad e intuimos que caminamos sobre restos de una memoria secreta: ruinas de templos antiguos, necrópolis desconocidas, tesoros olvidados…
El hallazgo se produjo hace años cuando se dragaba el fondo del río. ¿Cuántos objetos permanecen aún en el lecho del Guadalquivir aguardando a ser descubiertos? En Londres existe la costumbre de los 'mudlarking', personas que rastrean en el Támesis buscando piezas en los ríos de la Historia. El Támesis, como el Guadalquivir, es un río de mareas y un lugar en que el pasado sigue formando parte del presente, latiendo muy cerca de nosotros.
El Museo Carnavalet de París tiene una sala con objetos encontrados en el Sena y en Lisboa se hizo una exposición donde se recreaba un naufragio en la desembocadura del Tajo con una muestra de cosas halladas en el légamo de su fondo.
Con esa obsesión por imaginar lo que se oculta bajo las aguas dediqué una novela a un paisaje en el que las cosas del pasado aún permanecen bajo el agua a la espera de que el azar las rescate. En «Adriático» cuento la historia de Venecia a través de objetos aparecidos en los canales de la laguna. Piezas que servían para narrar la crónica de una ciudad en la que la Historia forma parte de la vida cotidiana. Igual que ocurre con Sevilla…
Habría que crear la versión sevillana del 'mudlarking' llamando quizás 'guadalquivirando' a esa arqueología del azar bajo los fangos fluviales. Es inimaginable el museo en penumbra que se esconde en el río, justo en el llamado Compás de las Naos, que era el apostadero de la flota de Indias. ¿Cuántas cosas habrán caído en el río que servirían para contar nuestra historia? Imagino una suerte de piezas aparentemente intrascendentes, objetos vulgares de los anónimos que han conformado el océano de nuestra intrahistoria: lozas trianeras que cayeron desde una barca, chapines olvidados por rabizas de las que ejercían en la ribera, llaves que abrían aposentos, collares que sellaban promesas y así hasta esqueletos de bestiarios exóticos de las Indias. Incluso libros naufragados como los de aquel baúl de obras que guardaba Bartolomé José Gallardo, el bibliotecario de las Cortes de Cádiz, y que cayó al agua en la huida de los liberales a finales del Trienio Constitucional, el día de San Antonio de 1823.
Esos objetos que permanecen dormidos en el lecho del Guadalquivir incluso nos servirían como 'memorabilia' de la ciudad, una narración histórica a través de las cosas halladas en su fondo. Y quién sabe si no sería muy oportuno que ese deseado museo de la ciudad en las inciertas Atarazanas contara con una sala dedicada a las piezas de arqueología fluvial. La gran historia de los anónimos convertida en iconografía simbólica de nuestro pasado.
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