TRAMPANTOJOS
La Máquina de trovar
Alguien tendría que prescribirnos pastillas machadianas para curarnos de tanta máquina de fango
Últimamente tengo una receta para salvarme de estos tiempos sombríos: ponga a Antonio Machado en su vida. Leer todos los días al poeta sevillano es como tomar un medicamento que aliviara las migrañas provocadas por el ambiente. Este aire raro que nos rodea y el ... fango viscoso sobre el que caminamos nos provoca un malestar general, un enfriamiento del alma que sólo remediaría la lectura honda de un hombre bueno como Machado. Su verbo claro y sereno es un antídoto en medio de este caos. Alguien tendría que prescribirnos pastillas machadianas para curarnos de tanta máquina de fango y dejar que de la tierra encharcada sólo crezcan limoneros.
En Sevilla tenemos hoy y mañana un encuentro con el alma machadiana. La ciudad preside este año la Red de Ciudades Machadianas y ha organizado los encuentros del Aula Juan de Mairena donde se prometen interesantes divagaciones, apuntes, galerías, humorismos y algunas lamentaciones. Y me alivia pensar que al menos durante unas horas estaré caminando por senderos machadianos, contemplando los álamos de la ribera, olivares grises y olmos heridos. Todo ese paisaje poetizado por el niño que nació junto a un huerto claro donde madura el limonero. Así que me salgo de la triste realidad para saltar al otro lado y vivir un rato en los proverbios de Antonio llenos de gracia y donaire.
No sé, quizás me pierda por el laberinto de espejos de los poetas apócrifos, en las vidas imaginarias de los heterónimos que inventó Antonio. Esos personajes de ficción que son como avatares o entidades de la realidad virtual pensados por un hombre que nació hace casi ciento cincuenta años. Los ilusos que se asombran con cualquier novedad tecnológica pensando que estamos en el colmo de la modernidad deberían asomarse a las cosas de Antonio Machado. Y descubrir, por ejemplo, cómo fue el precursor de la Inteligencia Artificial. La tan temida como amada IA la inventó Machado con su Máquina de Trovar, que a su vez es invención de sus apócrifos. La sucesión de invenciones va así: Antonio inventa a un escritor, Juan de Mairena, y éste a su vez a otro, Jorge Meneses. Meneses había inventado una Máquina de Trovar de la que salían las famosas 'Coplas mecánicas' de Mairena.
Estaría bien poner en marcha la antigua Máquina de Trovar para tomarle el pulso a estos tiempos enrarecidos para ver si nos sale un hermoso madrigal. La máquina machadiana era un aristón poético, una especie de manubrio para crear lírica. Se colocaba en una reunión y registraba de modo objetivo el estado emotivo de un grupo humano como un termómetro lo hace con la temperatura.
En una reunión de borrachos salía la copla colectiva del grupo. En un encuentro de políticos destilaba el ambiente y lo traducía en cuatro versos esenciales. Me temo que la máquina machadiana colapsaría si la colocáramos en el Congreso, junto a las máquinas de las taquígrafas que anotan las sesiones de Cortes para la posteridad. Miedo da pensar en los versos esenciales que saldrían al colocarse en los actuales campos de batalla. O incluso si lo pusiéramos a funcionar en cualquier plaza, registrando el ambiente de ruido y furia en el que vivimos.
Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras