Trampantojos
Machado, pionero de la biodiversidad
El abuelo de los poetas fue un defensor de la ecología, el patriarca de una saga intelectual de estirpe andaluza
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Iniciar sesiónCaen las naranjas sobre los mapas de la ciudad y ya intuimos la primavera. Nos fascina pero quisiéramos guardarla en un relicario para que brotara a tiempo y no se expandiera por lugares a los que no pertenece, territorios de extrañeza en los que el ... brote de su espectáculo es de una belleza monstruosa. ¿En qué apocalipsis nos estamos adentrando?
En este inquietante panorama casi distópico me surge la figura preclara de Antonio Machado y Núñez, el abuelo de los Machado, el médico del gabán blanco, el naturalista, botánico y zoólogo que convirtió Sevilla en un laboratorio de la modernidad científica. Un personaje que fue pionero en defender lo que hoy llamamos la biodiversidad, en advertir sobre la fragilidad de algunas especies animales, en mostrar la singularidad del lince, en llamar la atención sobre Doñana como un tesoro que había que proteger. Alguien que creó, además el gabinete de Historia Natural de la Universidad de Sevilla, un sugerente espacio al modo de las cámaras maravillosas del Renacimiento y que sirvió para plantar las bases de nuestra historia científica.
Machado y Núñez fue rector de la Universidad de Sevilla, alcalde y gobernador civil que en la Revolución Gloriosa acabó con el bandolerismo en Sevilla. Era el patriarca de una saga intelectual española de signo liberal y progresista que entronca con las grandes familias culturales europeas. Su esposa, Cipriana Álvarez Durán, era pintora y recopiladora de cuentos populares, la inspiradora de su hijo Antonio Machado y Álvarez 'Demófilo' y natural transmisora de la literatura oral a toda su descendencia. Cipriana recorría los pueblos recogiendo romances y cantares, ese saber que relataría a sus nietos en noches del pasado a la lumbre del quinqué. Por eso la llamaban la 'señora de los cuentos'.
Ahora que la defensa de la naturaleza es argumento de batalla ante el apocalipsis que se nos avecina, nos asombran personajes como el abuelo de los Machado. La Universidad de Sevilla guarda sus libros con sumo cuidado. Cae el polvo y la memoria sobre los libros dedicados a los mamíferos, los peces o las aves donde sorprende esa mirada científica para inventariar las especies que habitaban en Andalucía. Nadie lo había intentado antes en España. Pero ahí estaba un Machado para hacerlo.
Esa catalogación sirve a los zoólogos de hoy para saber qué animales caminaban por los paisajes de la Andalucía del XIX, esos lugares que poetizarían sus nietos. Animales que ya no existen, pero que el abuelo de los Machado ya describía en sus valiosas guías científicas. Este país, siempre tan ausente de héroes de la ciencia, tiene en Antonio Machado y Núñez a uno de sus grandes referentes. Ahora que caen de los árboles las frutas de memoria cítrica, sería buen momento para recordar a esta saga del siglo liberal, como dijo Marañón. Una familia intelectual criada en aquellos patios de Sevilla donde maduraba el limonero y los azahares nacían a tiempo, sin inquietantes anomalías del calendario.
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