Luciérnagas en el Alcázar

Tras la moda de los alumbrados navideños, las ciudades compiten con la iluminación de sus espacios históricos. De hecho, la empresa que produce el espectáculo ya ha logrado vender su show en otras ciudades fascinadas con el brillerío artificial. En cada espacio logran convencer con la coartada del espectáculo exclusivo y totalmente centrado en la historia del lugar. En Sevilla han difundido que las luces consiguen contar la historia del Alcázar. Pero dudo que un mapeo de proyecciones de azulejos mudéjares logre narrar la memoria mejor que un paseo contemplativo por sus jardines. Un paseo que sería mucho más hermoso con los jardines en penumbra, como si anduviéramos por otra época, respetando el pasado y evitando torpes anacronismos de este tiempo de luces cegadoras.

A pesar de que la empresa exhibe un distintivo de sostenibilidad ecológica, no creo que sea totalmente cierto. Sin entrar en la invasión de cableado en los árboles, pienso en los pájaros del Alcázar alterados por esta contaminación lumínica y sonora. Músicas y luces que pueden perturbar el sueño de las aves. Un ejército de falsas luciérnagas invadiendo los jardines del Alcázar.

Con esta fiebre de los espectáculos inmersivos corremos el peligro de deslumbrarnos con el arte del destello, con un falso trampantojo sin contenido. Como en la alegoría de una moderna caverna de Platón donde estaremos fascinados viendo las sombras que proyecta la hoguera mientras despreciamos la belleza de lo real que sucede fuera.

Nuestros monumentos convertidos en una Disneylandia de colores brillantes donde se olvidó la belleza de la penumbra. Un hipnótico decorado de luces con tecnología Led de bajo consumo. Ocio sostenible para alumbrar cabezas vacías.