TRAMPANTOJOS
La grieta de Marruecos
Mohamed VI ni está ni se le espera, pero al menos no debería entorpecer con su indolencia cruel de rey absolutista
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Iniciar sesiónDuele ver el paisaje arrasado de Marruecos, la grieta pavorosa en el corazón del país. Las víctimas, los minaretes caídos, las casas destruidas, el futuro desaparecido. Y, en medio del desastre, la desidia de un monarca-dictador que está protagonizando una de las páginas más ... vergonzantes de su reinado.
En las primeras horas del terremoto, el gobierno de España mostró su apoyo con la misma urgencia solidaria que el rey Felipe VI, quien además mencionaba directamente en la condolencia a Mohamed VI. Pero Mohamed era un monarca escondido tras un flagrante silencio que acaso a esas horas estaría aún viajando desde su casa dorada de París donde estaba de vacaciones.
Pero, más allá de ese vacío de poder que en realidad nace de un exceso de poder, está la gravísima inacción, porque la parálisis oficial ha retrasado la ayuda internacional. Me estremece pensar en las personas que han muerto por el retraso en la falta de ayuda, enterradas vivas entre los escombros. Es el problema de un sistema autoritario en el que nada se hace hasta que lo dice el rey. Un personalismo enfermizo que devora los pilares de un país instalado en una burocracia trasnochada y absurda.
Recuerdo que en un viaje a Marruecos los vecinos de un pueblo cercano a Tetuán me contaron -por supuesto con esa comunicación en susurros de todas las dictaduras- que un hospital cuyas obras habían finalizado no podía abrirse hasta que el rey lo inaugurase. Y Mohamed VI, tan atareado entre el trasiego de sus palacios y viajes, no tenía fecha para el acto. Ese día pensé en cuánta gente había muerto por la indolencia cruel del sátrapa.
No sé si esta tragedia servirá para que Marruecos despierte y se rebele exigiendo reformas en su sistema de gobierno. Desde luego ya existe una población crítica, pero aún se mueve de forma clandestina. Y, aunque la opacidad y el teocentrismo dominan la sociedad, hay una semilla de cambio, de contacto del pueblo con el exterior, de apertura y de cierta modernidad en estado latente.
Mohamed VI no está ni se le espera, pero al menos no debería entorpecer. Y quizás sería un gesto magnánimo -de esos que hacían los reyes absolutistas del Antiguo Régimen- que ofreciera los inmensos jardines de sus palacios para acoger a los que se han quedado sin casa. Al menos, para que mostrara compasión, si no por los ciudadanos, al menos por sus súbditos.
Marruecos merece algo mejor. Ojalá haya un futuro más limpio epara este pueblo sufriente que además padece ahora este apocalipsis. En estos díashe pensado en mis lugares amados del país. Y recuerdo las noches en el hermoso riad de Marrakech que había sido una madrasa en el siglo XVII, la voz del almuecín llamando a la oración en la medina en plena madrugada, los jardines como trozos del paraíso, la gastronomía maravillosa con los recetarios de dulces imposibles y sobre todo la entrañable amabilidad del pueblo marroquí. Lo mejor de ese país que no merece tanta desgracia.
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