trampantojos
Conventos de dulzura
Entre tanta falsa dulcería navideña tenemos la repostería conventual horneando con los siglos
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Iniciar sesiónOJALÁ que entre tanta dulcería de Navidad se colara la repostería que aún se hornea en cocinas bajo un azul de convento, en la Sevilla vieja donde se dormía el tiempo. Pero triunfan en la banalidad de esta época pasteles azules y dulces con alma ... de algoritmos.
¿Por qué nuestra tradición repostera tiene que imitar, copiar o comprar productos vacíos? Cae esta luz de diciembre con sombra de claustros. Dulces que fermentan siguiendo las horas litúrgicas: almendras que se fríen en completas, la miel que se expande a la hora de prima, la levadura que se añade con las antífonas para que las monjas peinen los cabellos de ángeles en laudes. Todo estará listo en vísperas. Caliente, blando y humeante…
Entre el ruido de las redes llega esa dulcería de Navidad vacía de sentimientos y de historia. Sin embargo, la repostería conventual viene del fondo de los siglos. Entra el silencio en la harina tierna y el sonido de las campanas se cuela en la entraña del azúcar lento del tiempo. Suena la madera que cruje en los retablos en la blandura recia de las rosquillas. Y el olor a incienso, velas y flores de santidad en la textura del huevo hilado. El toque moreno del dulzor se pinta con la penumbra de las clausuras y el aceite de ánimas quema con paciencia el secreto de las frutas de sartén.
En nuestros conventos de dulzura Cernuda vuelve a escribir desde las patrias de la nostalgia: yemas de huevo hilado, polvorones de cidra o de batata para que mordamos los labios de un ángel.
Un tiempo que entronca con Ixbilia, los dulces del antiguo Adarvejo y su olor de dulces moriscos: tortas de alajú, almojábanas o rosas de miel y dulces de sartén almibarados. Y luego las alas dulces y el pan de oro de los ángeles barrocos. Las dulces camillas alhucemadas con braseros de cobre de nuestro siglo XIX. Ese mundo de dulces de sartén, de miel y almendras, de huevos y azúcar nevado que se sigue elaborando sólo en las ciudades dotadas para la eternidad. Sólo en las ciudades dotadas para la eternidad…
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