Biblioteca de nuestra memoria

La Feria del Libro Antiguo y de Ocasión es ya uno de nuestros clásicos. La Sevilla otoñal de los estudios nobles, tan distinta de la otra Sevilla del ruido, el tópico y la bufonería, se instala en el ágora de la Plaza Nueva. En el lugar donde se levantaba el convento grande de San Francisco aguardan con paciencia los libros viejos. Tras años de olvido esperan que alguien los elija y los lleve al refugio tibio de una biblioteca. Cada ejemplar esconde una biografía secreta. Si los libros pudieran escribir sus propias vidas, nos contarían el momento de salir de las prensas, aún con el olor del papel como pan blanco y caliente. La lectura reposada de alguien que lo leyó en tardes lejanísimas. El recuerdo de días pasados, del estrépito de las tormentas, de los fríos antiguos, del polvo sucio de los años, de los soles feroces cuando quizás sufrieron la intemperie del olvido. El miedo a los incendios y las guerras. A la penumbra fría de los almacenes…

Y también están las biografías de los lectores que pasearon sus miradas por estas páginas. O el misterioso hilo narrativo que une los libros de una biblioteca dispersa de alguien que murió hace tiempo. Yo he encontrado en ocasiones los ejemplares de un lector que reunió una hermosa biblioteca dedicada a temas sevillanos, pero que se vendió al peso. Tengo la sensación de conocerlo, aunque no sé quién es ni cuál fue su vida, pero reconozco su exlibris y es como si volviera a ver el rostro de un viejo amigo. Siempre compro sus libros convencida de que quizás ha decidido continuar su biblioteca dentro de la mía. Y quién sabe si está por escribir alguna de estas historias de extraña amistad bibliófila que suceden en la Plaza Nueva, biblioteca mayor de nuestra memoria.