trampantojos
Alivio de agua
Para huir del calor y el fantasma de la sequía me pierdo por los mapas de fuentes y surtidores
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Iniciar sesiónBUSCANDO alivio en medio del calor y la ciudad que agoniza por la sequía pienso en caminar por una Sevilla húmeda y subterránea. Un paseo en sombras por la ciudad que nadie ve, pero en la que siguen corriendo los ríos salvajes de la antigüedad.
En ocasiones pienso en qué se oculta bajo los mapas y se me aparece -entre la imaginación y la recreación histórica- un plano por donde transcurren viejos cauces de agua. Es una ciudad recorrida por veneros antiguos que a veces surgían en la belleza tranquila de las fuentes y otras en los pozos negros donde se criaban las epidemias mortales.
Hay una Sevilla secreta que corre bajo nuestros pies. Llegaba el agua en la época romana de los Caños de Carmona. El escritor Ibn Sahib al-Sala narraba cómo en su tiempo se había redescubierto esta conducción que se iniciaba en Alcalá de Guadaira. El agua fresca llegaba hasta los Caños de Carmona donde regaba las huertas de la Buhaira y luego se dividía en dos ramales como en un prodigioso río artificial con afluentes. Un cauce corría hasta el Alcázar y otro a un aljibe cerca de la Alfalfa.
El agua seguía su curso hasta asomar en los juegos de surtidores de los jardines andalusíes y más tarde en los palacios con agua de pie, es decir, agua corriente de los Caños de Carmona. Un lujo que sólo podían pagar los más ricos porque cada paja de agua costaba más de mil ducados.
Pensar en estos veneros de agua fresca me calma de este aire caliente y húmedo de Sevilla que, como advertía Alonso Morgado, se debe a que la ciudad estaba «en veinte y siete grados y medio llegada a la equinoccial». Esa agua que reaparecía en fuentes fabulosas como la concéntrica de los Venerables o en la que destila versos machadianos en el Palacio de Dueñas.
Otro famoso venero era el de la Fuente del Arzobispo en la Alameda con surtidores de agua cristalina y donde quizás Velázquez, vecino de la collación, pintó a un aguador con un cántaro que rezumaba agua fresca. Lienzos de agua y versos de fuentes en una ciudad con nostalgia de lluvias y que agoniza de sed.
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