SEVILLA AL DÍA
La cárcel de San Pablo
Desde Soledad Becerril a José Luis Sanz, todos los alcaldes que ha tenido esta ciudad en lo últimos treinta años se han entrevistado con los condenados a vivir entre los muros de su casa sin reducir el problema
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Iniciar sesiónLa prisión permanente revisable se sigue aplicando con dureza en el Polígono San Pablo, una enorme prisión para más de 5.000 vecinos que tienen problemas para pisar la calle. Hace ya más de tres décadas que se empezaron a conceder las primeras ayudas para ... instalar ascensores en los pisos cárceles. Desde Soledad Becerril a José Luis Sanz, todos los alcaldes que ha tenido la ciudad se han entrevistado con los condenados a vivir entre los muros de su casa, sin más paseo que el pasillo que une el dormitorio con el salón y el de la puerta de entrada con el descansillo de la escalera. Pero las subvenciones llegan a cuentagotas.
No dudo de la buena voluntad de los dirigentes. Cuando uno mira a los ojos al que sólo puede bajar a la calle gracias a la solidaridad de algún familiar o de otro vecino que le brinda su ayuda sólo le cabe buscar los recursos para poner un ascensor más. El problema es que en todos los casos se queda en eso, en un puñado de elevadores por mandato mientras la necesidad sigue creciendo. Los números no han bajado. Lo contaba ayer el compañero Ignacio Liaño en las páginas de ABC porque cada año son más las personas que se convierten en presidiarios de sus propias viviendas y las campañas para acondicionar los bloques no resultan suficientes.
A Bruselas le hemos pedido dinero para hacer rotondas -algunas bastante disfuncionales-, para ajardinar bulevares, para ampliar unos cuantos metros un tranvía que cada vez utilizan menos residentes y que queda relegado a trenecito turístico, para cursos de formación que llevan años impartiéndose y que no han contribuido a crear un solo puesto de trabajo -eso sí, han ayudado a pagar muchos salarios de monitores-, pero no ha habido una iniciativa firme para terminar con los pisos cárceles o al menos para reducirlos a la mitad.
Hace ya ocho años que a Esperanza Suárez, vecina del Polígono, le concedía la condicional tras trece años de presidio una empresa instaladora que había encontrado la forma para instalar un ascensor por la fachada de su edificio. El primer paseo de esta mujer sin más ayuda que sus muletas después de tanto tiempo lo cubrían televisiones, radios, periódicos locales como si fuera un acontecimiento extraordinario. Esperanza entró en varios programas de la mañana, la misma Ana Rosa Quintana la entrevistó en directo y el maestro Paco Correal le dedicó una de sus magníficas crónicas.
El revuelo mediático sorprendió a esta periodista que, contagiada por la emoción de la beneficiada, también se creyó que el problema estaba en vías de solución porque el alcalde de entonces, como el de ahora, tenía en marcha una nueva campaña para ir año a año montando decenas de ascensores y porque la solución técnica de la empresa parecía tener aplicación en cualquier tipo de edificio por estrecho, antiguo o complicado que fuera. Para lo que no tenía la fórmula es para el rechazo de mucho residentes de bajos o primeros a hacer la inversión, ni para lo lentísima que es la administración en el trámite de las ayudas. El equipo de gobierno de José Luis Sanz dice haber cogido el toro por los cuernos. A ver cuánto logra reducir el problema.
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