Tribuna Abierta
Un Domund entre dos pontífices
El día del Domund es un reclamo para una Europa adormecida y una iglesia tantas veces de sofá
Eduardo Martín Clemens
De esta manera, lleva esperanza allí donde la esperanza es más difícil, donde parece casi imposible, porque se enfrenta, no a un vago vacío existencial como el que tantos fieles se enfrentan en las sociedades ricas occidentales en las que nada al margen del consumo ... y el bienestar hedonista parece tener sentido. No, su labor es mucho más radical. Es llevar esperanza allí donde las condiciones humanas marcadas por la miseria, la violencia, el hambre, parecen hacerla casi imposible. Llevarla a una madre que acaba de ver morir a su hijito en sus brazos por no tener una medicina que nosotros tantas veces tiramos cuando ya ha caducado. A aquellos a los que la pobreza se une las formas más abyectas de explotación como ocurre en tantas minas de África en las que el trabajo no redime, sino que destruye la salud, te hace vivir en permanente inseguridad, te embrutece y apenas te permite dar comer a tu familia.
Este es el reto del Domund, volver el rostro hacia esos hermanos de Cristo que necesitan de su esperanza para saber que son hijos de Dios, portadores de la dignidad de la que todo hijo es dotado, porque, como dice el Salmo, «Tú mis vísceras has formado, me has tejido en el vientre de mi madre» (Salmo 139, 13).
Y cómo no estremecernos también ante el martirio que pervive y cae sobre cientos y miles de cristianos que pagan con su sangre la fe en Cristo. Cómo no llorar ante la noticia de hace un par de meses de que casi mil cristianos recibiesen el sacramento de la Confirmación en la Diócesis de Enugu, en Nigeria, pocos días después de que en la aldea de Yelwata 200 cristianos fueran asesinados solo por serlo.
Esa Iglesia mártir que crece a pesar de la violencia más cruel es el mayor acicate que puede recibir un misionero. Y necesita misioneros, porque, para esa redención definitiva, como también recuerda el mensaje del Papa, debe acometer el proceso de evangelización que es siempre un proceso comunitario, como el carácter de la esperanza cristiana, y que no termina con el primer anuncio y el bautismo, sino que continúa con la construcción de las comunidades cristianas a través del acompañamiento de cada bautizado por el camino del Evangelio.
¿Qué cristiano necesita de un más cálido acompañamiento que el que mantiene su fe ante las amenazas o ante unas condiciones humanas terribles? Para eso debemos elevar nuestras oraciones para que el Señor envíe obreros a su mies, para que las vocaciones misioneras sigan brotando en el corazón de los jóvenes generosos e idealistas y también de los adultos que llegan a conocer el don de Dios. Para que cada uno de nosotros cumpla lo que dice San Pablo en la lectura de este domingo del Domund: «Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina» (Timoteo, 3, 14).
Y, junto a la oración, nuevamente debemos insistir en que no podemos dejar de tener presente la dimensión económica de este día que no debe ser otra cosa que poner en manos del Papa, no aquello que nos sobra, sino lo que queramos compartir con los hermanos necesitados. Gracias, Sevilla, que siempre has demostrado ser muy generosa con tus misioneros.
Delegado Episcopal de Misiones
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