EN LÍNEA

El «rigor técnico» en versión socialista

El discurso de la «solvencia» no entra ni con calzador. Ni por el momento de descrédito del PSOE ni por el bagaje de la propia Montero

Ha costado lo suyo, incluso ha suscitado serias dudas internas sobre la pertinencia de la decisión, pero finalmente sucedió. El comité federal socialista, celebrado en pleno terremoto de corrupción en el partido, sirvió para que el megapresidente del Gobierno que todo lo controla y todo ... lo puede, pero que no se ha enterado de las andanzas de sus más estrechos colaboradores, anunciase ya de modo protocolario la candidatura de María Jesús Montero a la presidencia de Andalucía cuando se celebren las elecciones. Teóricamente, en un año. Aspirante oficial. Y sin necesidad de pucherazo, oiga, que esta vez no ha hecho ni falta porque no primarias ha habido.

Entre sonrisas, aplausos deliberadamente desmesurados y el histrionismo de costumbre del presentador y sobre todo de la presentada, el comandante del PSOE ensalzó la imagen de la sevillana utilizando términos que denotan el ímprobo esfuerzo que entre las mentes pensantes de la organización, si es que alguna queda en Ferraz, se ha hecho para encontrar palabras y conceptos que intenten dar algo de lustre a una figurapolítica achicharrada por la coyuntura que atraviesan las siglas y lastrada por su amplio historial en el Ejecutivo nacional y especialmente en el autonómico. Primero Pedro Sánchez y luego los demás terminaron apelando por encima de todo y de forma insistente al «rigor técnico» y la «dedicación» a la hora de perfilar a su postulante. Quienes conocen a Montero en su día a día saben que, efectivamente, no racanea horas de trabajo, pero referirse también al «rigor técnico» en estos momentos suena casi a humor negro. ¿El rigor con el que la ministra de Hacienda está ejecutando el reparto desigual del dinero entre los territorios españoles? ¿El de la fiscalidad singular para Cataluña? ¿El que utiliza para castigar con cánones las bajadas impositivas de Juanma Moreno? ¿O es quizás el rigor con el que su gobierno está reformando el puente del Centenario, con cuatro tirantes puestos de los ochenta y medio millón en mordidas? ¿Su propio rigor en la etapa en la que lideraba el SAS para cargarlo con su mayor deuda? ¿El rigor con el que el gobierno regional del que formó parte vigiló el dinero de los ERE? ¿O el que usó para valorar la sentencia de Dani Alves?

El discurso del «rigor» no entra ni con calzador. Ni por el momento de descrédito del PSOE ni por el bagaje lejano y cercano de la propia Montero. Hablarle a los andaluces de «solvencia política» mientras éstos ven cómo esa misma dirigente beneficia con absoluto descaro a otra comunidad y escatima fondos a la región que pretende presidir es una incongruencia demasiado vasta. De momento, la pretendiente debería abandonar el Gobierno cuanto antes para al menos aparentar que no es impulsora directa de esas medidas, aunque sólo sea por mera estética, porque no se puede estar soplando y sorbiendo a la vez por más que el sanchismo lo intente cada día.

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