QUEMAR LOS DÍAS
En Sevilla nadie muere
Es la esencia de esta ciudad: mata a sus héroes, y al día siguiente los redime. Los dioses se confunden con los hombres
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Iniciar sesiónAtravesé la Plaza de San Francisco el jueves por la noche. El turismo de paso arracimado en las populosas terrazas se amalgamaba con los sevillanos que hacían cola para despedir a María Jiménez. Toda la plaza remedaba sin pretenderlo un enorme Auto de Fe barroco, ... donde los llantos se confundían con los gritos de los niños y el aspaviento de las plañideras circunstanciales convivía con el curioseo autóctono y foráneo. El centro parecía arder bajo la llama de Babilonia: turistas entusiasmados, pedigüeños y lisiados, artistas regalando su talento por cuatro monedas, comerciantes con el género a pie de calle, gitanas quiromantes vendiendo caro el romero.
Durante el duelo de la artista trianera, su hijo invitó a todos los sevillanos a celebrar la pérdida escuchando su música y bebiendo. Ella había pedido que se la despidiera paseando su féretro por Triana. A la mañana siguiente, el coche de caballos recorrió el barrio, pintando la mañana del viernes de muerte alegre.
«¡Oh, gusanos!, negros compañeros sin orejas y sin ojos, ved cómo hasta vosotros llega un muerto libre y alegre». No consta que Baudelaire conociera Sevilla, pero su espíritu maldito y celebratorio late en esta ciudad como en pocas. Una ciudad donde la muerte es alegre. Porque nunca es muerte del todo. Porque nadie muere en realidad, y cuando muere, sabemos que jamás es en serio.
Nada es solemne, nada puede ser grave. El hermano mayor de la Macarena evidencia con retranca su beticismo y se lía. Pero la foto del Padre Indalecio abrazando la séptima Europa League del Sevilla, publicada por ABC de Sevilla y premiada ahora por el club, demuestra que Dios nunca es neutral. Porque en realidad hay muchos dioses. Tantos como sevillanos. Llevamos en la sangre el paganismo de una sentimentalidad que fabrica dioses a su antojo. Y también héroes: como escupido por la DANA, llegó a Sevilla Sergio Ramos. DANA es un acrónimo, Depresión Aislada en Niveles Altos, pero quien trajo de vuelta al héroe descarriado al Sánchez-Pizjuán fue en realidad Danae, la muchacha de bellos tobillos, fecundada por Zeus para alumbrar a Perseo. La presentación de Perseo Ramos, con su aspecto de gladiador multitatuado y fibroso, congregó en el coliseo del Sevilla a más de 20.000 almas. Sergio lloró, se humilló, suplicó clemencia para, después, prometer la gloria. En apenas dos días, ha logrado derrotar a la mandrágora de una afición que le había declarado odio eterno.
Es la esencia de esta ciudad. Mata a sus héroes, y al día siguiente los redime. Los dioses se confunden con los hombres. Y los artistas nunca mueren del todo. Es curioso que Baudelaire nunca conociera Sevilla. Porque hubiera jurado que pensaba en nuestra ciudad cuando alumbró aquel verso eterno: «A través de mis despojos pasad sin remordimientos».
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