quemar los días

Máster de decencia

No existe un colectivo peor preparado y con un nivel cultural más bajo que el de los políticos en España

QUE el Gobierno pretenda regular una mayor exigencia formativa para los altos funcionarios de la Administración mientras vamos conociendo la anemia curricular de los políticos que nos gobiernan, y que mandan sobre los altos funcionarios, podría parecer, en principio, de una incoherencia flagrante. Finalmente, uno ... comprende que tiene que ver más bien con el complejo que estos políticos arrastran: desearían poder contagiarse por mera cercanía del conocimiento que ellos no adquirirán nunca, por más que añadan falsos títulos a su hoja de vida. Después de casi una treintena de años lidiando como consultor de comunicación con clientes de todo pelaje, estoy en condiciones de afirmar rotundamente que no existe, con algunas loables y contadísimas excepciones, un colectivo peor preparado y con un nivel cultural más bajo que el de los políticos. He oído de boca de políticos cosas que ni siquiera uno oiría de un tendero de mercadillo. Suelen ser vulgares, y normalmente, debido a su sobreexposición pública, muy inseguros, acomplejados, de criterio endeble. Ellos mismos son los primeros conscientes de sus debilidades, de ahí, supongo, que se lancen al ruedo de intentar remendarlas con falsos títulos que utilizan como parches.

Ya sabemos que Dimitir en España es un nombre ruso, pero ahora resulta que quienes finalmente están dimitiendo son políticos cogidos en falta curricular. En estas dos semanas hemos vivido las primeras dimisiones políticas de, al menos, los últimos cuatro años, un periodo en el que deberían haber dimitido políticos en racimo por asuntos muchísimos más gruesos que una mentira, que, en el caso de Noelia Núñez, resulta casi infantil.

La titulitis es un fenómeno nacional, y entre la clase política acomplejada, una urticaria que parece escocer de forma furibunda. No sé a ustedes, pero que un político tenga un Máster en Publicidad o una diplomatura de ADE me importa menos que poco. A mí lo que de verdad me interesa es que sean personas decentes, comprometidas, que no se acerquen al poder para medrar, que se rodeen de gestores que sepan de lo suyo y que tengan verdadera voluntad de mejorar las cosas. Uno ve a Ábalos, a Santos Cerdán, a todos esos politicastros que nos avergüenzan a diario en los telediarios, y no es solo la falta de altura intelectual lo que echa para atrás (que también); es, sobre todo, lo evidente que resulta que no están y nunca estuvieron ahí por compromiso ciudadano o vocación política, sino por el único deseo de ganar dinero y apoltronarse. La política como negocio y forma de vida es un fenómeno tan español como la paella, pero terriblemente más amargo e indigesto. En vez de exigir más cualificación a los altos funcionarios, todos los políticos españoles deberían ser obligados a superar un Máster, pero de decencia.

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