quemar los días
Como lágrimas en la lluvia
Hemos perdido la capacidad de improvisación. Y con ella el descubrimiento y el juego. Hasta el tapeo se ha vuelto antipático
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Iniciar sesiónMi hija cuenta los días para que llegue el 25 de mayo. Ese día, Taylor Swift toca en Lisboa, y allí estará ella. Y también, prestando soporte y cobertura, su puñetero padre, convertido en conductor, alquilador de apartamento, suministrador de alimento y solventador de contingencias, ... incluidas las producidas por los posibles episodios de histeria. Está nerviosa, y es comprensible: hace prácticamente un año que consiguió su entrada. En este tiempo, la Swift ha sacado nuevo disco, se ha peleado con su antiguo novio y ha recorrido miles de kilómetros en su jet privado, equivalentes a dar 22 veces la vuelta al mundo. Un derroche de ecologismo.
El promedio de antelación ahora para adquirir cualquier entrada de concierto de cierta envergadura es un año. Compré, por ejemplo, las de Metallica, que actuará en Madrid en julio, en enero de 2023. Es decir, cuando actúen, habrá transcurrido un año y medio. Los de Metallica ya son bastante talluditos, y algunos de ellos no son precisamente un dechado de buena salud. Pero al comprar la entrada nadie te asegura la integridad de todos los miembros, y que pueda pasar, como ocurrió en Sevilla con la última visita de AC/DC, que el cantante original sea sustituido por sordera por el cantante de otro grupo que actúa en silla de ruedas.
No siempre fue así. Recuerdo, por ejemplo, un tiempo en que uno decidía ir a un concierto sobre la marcha. Se llamaba improvisación, una palabra que ha desaparecido de nuestro diccionario. La pandemia aceleró el proceso, pero me temo que tarde o temprano llegaría: todo hoy debe estar planificado, a ser posible con semanas de antelación. De lo contrario, no encuentras entradas, habitaciones de hotel o mesas en los restaurantes.
En la restauración, la consecuencia es dolorosa. Una de las cosas más fascinantes de la experiencia de ir de bares era la posibilidad de ir cambiando de locales. Siempre había un hueco en la barra para ti. Y después de unas cervezas en el Tremendo, te esperaban unos montaítos de pringá en El Rinconcillo o unos completos en Los Claveles. La magia aventurera del cerveceo de mediodía ha sido sustituida por la antipática planificación de cualquier movimiento. Salir a tomar algo resulta hoy una experiencia castrante y muchas veces aburrida.
La improvisación ha muerto. Y sin improvisación no hay juego. Mucho de los que más nos divierte proviene de lo improvisado, que es también lo inesperado. Y de los movimientos improvisados han salido algunas de las mejores ideas de la civilización. En Blade Runner, la mítica cinta de Ridley Scott, el replicante Rutger Hauer improvisó la que es una de las frases más célebres de la historia del cine. Y todos esos momentos se perderán, decía el guion. Él añadió, como si hablara esculpiendo sobre mármol: «Como lágrimas en la lluvia».
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