QUEMAR LOS DÍAS
La infancia es una playa
El niño, como dejó escrito Wordsworth y como cantó el recientemente fallecido Brian Wilson, es el padre del hombre
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Iniciar sesiónVuelvo a los paisajes de la infancia, en esta playa donde nunca fui consciente de haber sido tan feliz. Regreso con mi madre, que siempre soñó con tener un apartamento en propiedad aquí, algo que las apreturas económicas y el régimen de administración austero impuesto ... por mi padre nunca le permitieron. La única opción era la del alquiler, excepto en el mes de agosto, cuando debíamos regresar a la ciudad. Pero esta playa se me quedó dentro, y regresar a ella siempre supone reencontrarme con aquello que fui.
Los itinerarios parecen haberse borrado, pero de algún modo, mientras paseo dejando que los pies me conduzcan, siguiendo huellas que en aquel tiempo eran diminutas, de sandalias de goma mojadas, la voz pequeña se apodera de mí. Todas las playas se han vuelto burdas, en todas hay un anhelo de Ibiza y Magaluf, ya no hay chiringuitos con suelo de arena sino beach clubs con atardeceres de techno y guapos jóvenes degustando cócteles, pero por debajo de esa piel, siguiendo los pasos del niño que fui, me sorprendo a mí mismo devolviendo el paisaje de albero y jaramago a esa promoción que enterró el recuerdo de mis juegos de infancia. Entro en el antiguo bloque, busco la piscina, el jardín de los columpios, los fotografío y comparto las fotos en el grupo de whatsapp de mis hermanos. Ellos, sin embargo, apenas recuerdan nada; así de caprichosa es la memoria.
Fue en esta misma playa donde arrojamos las cenizas de M., pero lo que más recuerdo no es ese momento, sino la manera —agonizaba septiembre, empezaba a hacer frío— en que su hijo, mi sobrino, de solo cinco años, se lanzaba junto a sus primos -mis hijos- contra las violentas olas, transformando aquella despedida en una fiesta. Porque la playa es la patria del niño. Y el niño, como dejó escrito Wordsworth, es el padre del hombre.
Hace apenas unas semanas nos dejó Brian Wilson, quien junto a Van Dyke Parks inmortalizó aquel verso de Wordsworth en la canción pop más perfecta que jamás se haya compuesto. Era Surf's Up, el canto definitivo de quien, con los Beach Boys, creó el mito de la California del surf sin haber sido capaz de subirse a una tabla en toda su vida. Esa canción suena como si un niño chapotease feliz entre las olas en un precioso atardecer de verano. Es, supongo, lo que debió buscar Wilson cuando decidió, en el colmo de su locura, llenar su estudio de grabación de arena de playa.
Wilson era un genio. Uno de los pocos a los que esa calificación no le queda grande. Mientras camino por la orilla escuchando su Surf's Up en los cascos, estoy convencido de que él lo sabía: ni chicas guapas, ni atléticos surfistas, ni jóvenes musculados tomando cócteles en los beach clubs; por encima de todo, la infancia es una playa.
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