tribuna abierta
El bien más preciado
Pocos sectores están apostando por el autoconsumo y las energías limpias de una forma tan decidida como el regadío

Hoy sábado se celebra el Día Mundial del Agua. El agua es, para los agricultores de regadío, el bien más preciado que existe. Algo que es, de por sí, un verdadero don. Y nuestra responsabilidad es gestionarlo de forma óptima con el fin de aumentar ... su utilidad social. Y eso es exactamente lo que hacemos. El agua que llega a nuestros campos se transforma en las frutas y verduras que acaban en los frigoríficos y en las mesas de las familias. Y también en muchas más cosas de utilidad social que pretendo explicar en el artículo y que son menos conocidas.
Desarrollando nuestra actividad, los regantes nos afanamos para multiplicar el valor del agua que se nos entrega (y por la que pagamos a través de los cánones y tarifas de riego). Y esto lo hacemos, ya lo hemos dicho, brindando garantía alimentaria a la población, es decir, posibilitando que en las casas de todas las personas haya productos absolutamente esenciales para una alimentación saludable. Pues todos los productos que salen de las zonas regables son muy saludables y resultan fundamentales para seguir una dieta equilibrada.
Ese es el valor más evidente que le añadimos al agua. Pero hay otras aportaciones sociales menos valoradas. Que son premeditadamente ignoradas por aquellos que, desde hace años, vienen alimentando el rechazo de las obras hidráulicas y el discurso de que los regantes somos el principal obstáculo para una gestión hídrica eficiente. Ese discurso no solo es falso, sino que la realidad es diametralmente opuesta, especialmente en una región como la nuestra.
En Andalucía los sistemas de riego más avanzados (goteo y aspersión) representan el 80% de la superficie regable. La utilización del agua para el regadío, lejos de responder a patrones tradicionales, ha sido un foco constante de atracción de innovación y tecnología. Y hay gente que no lo sabe, pero numerosas comunidades de regantes y explotaciones agrícolas trabajan en este momento en proyectos de aplicación de tecnologías de IA, big data y analítica avanzada para mejorar aún más el uso eficiente del agua y la competitividad y productividad de sus cultivos. Y eso también forma parte del valor social que le añadimos al agua.
En el regadío se concilia, de hecho, una doble condición, y nos sentimos muy orgullosos por ello. Por una parte, ya lo hemos dicho, somos muy innovadores. Nos lo exige el mercado y las cada vez más exigentes condiciones hídricas en que tenemos que desarrollar nuestra actividad. Pero, por otro lado, somos también muy tradicionales. Nos complace ser los herederos de una larga tradición que nos esforzamos en preservar, porque nos ancla a nuestras raíces y también a nuestro territorio. Nosotros ni podemos ni queremos deslocalizarnos.
La actividad que desarrollamos nos une a nuestra tierra y a nuestra gente, generando riqueza y empleo en nuestro territorio, permitiendo que vivan pequeños municipios y que los jóvenes que lo desean encuentran en ellos posibilidades de empleo y desarrollo profesional. Tampoco se habla, desgraciadamente, mucho de ese valor social que el regadío añade al agua. El regadío convierte el agua en un equilibrio demográfico y territorial, en un medio rural vivo, con pasado, presente y futuro.
De modo que el regadío es multiplicación de muchos talentos: en innovación, riqueza, empleo, cohesión social, preservación de los pueblos y sus costumbres… Y también, sí, medio ambiente. Lo nuestro es un ecologismo por la vía de los hechos. El regadío crea paisaje y da vida al territorio. Nuestras arboledas son los bosques andaluces y reducen las emisiones de C02 a la atmósfera. El riego evita la desertización y es sinónimo de biodiversidad y riqueza paisajísticas. Pocos sectores están apostando por el autoconsumo y las energías limpias de una forma tan decidida como el regadío. Y dentro de sus medios y posibilidades, muchas comunidades hacen educación ambiental, concienciando a todos del privilegio que suponen los recursos que la naturaleza pone al alcance de los agricultores. En definitiva, pocas lecciones de medio ambiente pueden darse al regadío.
Los regantes amamos lo que hacemos. Amamos la agricultura, amamos el riego, amamos la naturaleza y, por supuesto, amamos el agua. Con todo derecho podemos reivindicar que el Día Mundial del Agua es también el nuestro.
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