la tribu
Resurrección
La pasión del campo acaba en la callada fiesta de la vida renovada
DABAS por perdido el poleo, varios años ya sin levantar su fuerza y la belleza de su botonadura malva cuando espiga y florece; el viejo poleo que buscaban en los manchones para, segados, llevarlos a la caldera para lograr su esencia. Dabas por perdido el ... acanto, incapaz de asomar el verdor irrepetible de sus hojas, nacidas para perpetuarse en los capiteles corintios y en algunos mantos de Juan Manuel Rodríguez Ojeda o para soñar con llegar a alas de ángeles. Dabas por perdida la intratable ortiga, malva mentirosa que guarda una inmediata picazón en la piel que se roza por ella. Dabas por perdida la capacidad del granado para vestirse del verdor más delicado y, cuando abril se asentara, llenarse de flores que mañana, en el otoño, serán mundos coronados. Dabas por perdido el perejil, que no respondía a los riegos ni a la siega oportuna. Y lo que dices de los arriates, lo dices del campo inmenso. Porque allí donde la tierra guarde los secretos de todas las semillas, ha habido resurrección. Si la Pasión de Jesús acaba en su Resurrección, la pasión del campo -la sequía-, acaba en la callada fiesta de la vida renovada o de la resurrección de tantas criaturas verdes como dábamos por muertas.
Id al campo y mirad, y oíd, y oled, y tocad. La vida toda anda ahí, resuelta en la desmesura del yerbazal, en la elegancia salpicada de la amapola en la raspa, en los sembrados, en los cultivos, en los árboles, todo hornagueándose en la caja de luz de abril. ¿Cuánto tiempo hacía que no veías el olivo como lo ves ahora, que se viene abajo? «El olivo está que se rompe, de tanta flor» le dijiste al amigo que ama tanto como tú los olivos. Es la resurrección. Es la respuesta que la naturaleza les da a quienes creen que la lluvia de temporal es un engorro, un problema, un inconveniente. Resurrección. Lo vimos ayer en las calles de la Pasión y lo vemos en la apasionada primavera que se desgaja, de tan hermosa. Creían algunos que ya nunca llovería como llovía entonces, hace muchos años; como si la lluvia fuera algo nuevo, algo que pudiera comprarse en las grandes superficies. La lluvia es la imprevisión que nadie puede anticipar con exactitud, como todo lo que viene de Arriba. Mandan las nubes, sí, pero también los vientos. Y mandan las presiones. Por eso la lluvia nos parece un estreno. Y lo que ella trae, una resurrección.
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