LA TRIBU
Mala siembra
Quién sabe si algún día nacerá un bosque de basura. Es lo que estamos sembrando
Mira los campos, posa tu recreo en cuanto ves… Todo lo que veas será hermoso. Los verdes —¡en enero!— ya no saben cómo ponerse más verdes y pueden acabar en negro, porque no saben cómo hacerle sitio a tanta salud. Y el olivar, asombroso. Y ... los cultivos, una locura. Todo es una belleza descomunal. Vino el agua del cielo y con el agua todo fue completándose, todo fue elevándose a la plenitud. Todo lo que cayó a la tierra o en la tierra puso la mano generosa del hombre del campo, es este paraíso ante el que estamos. Tierras ahítas, río henchido, aire transparente, limpísimo. La inminencia de la flor, la cercanía de los aéreos zumbidos, la plenitud de la luz, la firmeza de la vestimenta de las ramas… Aquí está la Creación, como un padrenuestro de vida que reza el silencio de la intemperie, así en la tierra como en el cielo. Aquí está el sueño del hombre que ama la naturaleza, que mira al cielo que va poblándose de alas, a los surcos que van poblándose de hojas, a la vida que va surgiendo de los muñones de los árboles, poco a poco, como nacen pañuelos de las manos del ilusionista.
Pero no todo es así en el campo, sobre todo en los sitios donde puede ocultarse la basura de los que sólo son basura y sólo basura dejan al paso. Hay sitios del campo, sobre todo en el pinar, hasta donde llega la mano oscura, traidora, sucia, canalla de algunos que tendrían que vivir en un estercolero y acabar, confundidos, siendo propia sobra entre las sobras de todos. La marea de las sobras avanza en el monte bajo y aun en los puestos de caza donde se amontonan cartuchos vacíos; al pie de las carreteras vemos una penosa siembra a voleo. Mala siembra urgente, al paso, que sale de las manos de algunos que van en coche, en moto, en bicicleta, andando… Da pena mirar a las cunetas y arcenes de cualquier carretera de las que frecuentamos: la basura, las sobras se acumulan en un tristísimo reguero de envases de cartón, de plástico, de metal, de cristal… Los ayuntamientos limpiarán esas cunetas y las cifras hablarán de miles de kilos, y los contaminadores, al verlas limpias, se animarán, con más alegría, a seguir echando sus sobras en el penoso surco de las cunetas. Rebosan ya, se adentran en olivares y calmos, y seguro que los arados arrastrarán parte de esas sobras y las irán mezclando con la tierra. Quién sabe si algún día nacerá un bosque de basura. Es lo que estamos sembrando.
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