LA TRIBU
Ay, madre
Ya ves, quieren que cambiemos las palabras de Jesús agonizante en la cruz y digamos: «Progenitora gestante, ahí tienes a tu hijo…»
Salve, Progenitora gestante, en la tierra de tus amores te saludan los cantos que alza el amor… Nos van a volver locos, Progenitora gestante de Dios, Progenitora gestante mía… Fíjate el plan. Que, por ejemplo, suenen las maracas de Machín, Progenitorcita gestante del alma querida. ... O que suene una guitarra, que va a cantar Rocío: «…Y escuchar ese grito de mi progenitora gestante / pregonando mi nombre en la ventana… Volar a los brazos de mi progenitor no gestante…»
Se pone uno a darle vueltas a este atropello del lenguaje y se va, inevitablemente, al viejo engendro que pretendían feministas del asa del cántaro socialista, cuando querían meter con calzador —ni con calzador entra— aquella gilipollez del Himno de Andalucía: «Los andaluces y andaluzas queremos…» Venga, que dé un paso al frente la primera que se atreva a cantarlo… O más tarde: «Andaluces, andaluzas, levantaos…» O, mejor, esta estrofa: «Los andaluces y andaluzas queremos / volver a ser lo que fuimos: / hombres y mujeres de luz que a los hombres y a las mujeres / almas de hombres y de mujeres les dimos…» Busque, compare, y si encuentra gilipollez mayor, avise. Y si entramos en el flamenco grande, la locura es ya de 'prevelicá', porque a ver cómo le enmienda usted la plana a Pepe Pinto, tan madrero él —o tan progenitonero— y mete en metro de soleá o de fandango «Aunque yo mucho te quiera, / como a mi progenitora gestante, ninguna…», que, ya lo saben, «a una progenitora gestante no se encuentra / y a ti te encontré en la calle…» ¿Y qué iba a ser del pobre Carbonerillo, cuando se metía por los rincones «y a voces busco a mi progenitora gestante…» Qué horror, qué locura, qué precipicio espantoso es este al que empujan un lenguaje tan hermoso: «Tu progenitora gestante no dice ná; / tu progenitora gestante es de las que muerden / con la boquita cerrá.» ¿Es que no vamos a decir nada, hacer nada, impedir nada? ¿Es que vamos a permitir que nos arranquen de la lengua una riqueza que lleva ahí siglos temblándonos, con la que nos entendemos sin menospreciar a nadie? ¿Es que vamos a dejar que actúen a su capricho quienes parecen dispuestos a obligarnos a regresar al rabo y la vida reptante, y que la lengua no tenga más utilidad que la del lengüetazo de los camaleones? Salve, Progenitora gestante, sálvanos. Ya ves, quieren que cambiemos las palabras de Jesús agonizante en la cruz y digamos: «Progenitora gestante, ahí tienes a tu hijo…» Esto es más serio de lo que creemos. Este atropello, como lo dejemos crecer, nos devorará. Pero antes de que crezca más, me voy a acordar de la progenitora gestante y del progenitor no gestante de más de uno. ¡Valiente desmadre…! Perdón: ¡Valiente desprogenitora gestante…!
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