LA TRIBU
Engaño
La ciudad vive tan alejada del campo que no parece darse cuenta de que su actitud facilita el engaño
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Iniciar sesiónLo que en la calle es fiesta, en el campo es duelo. Las calles de las ciudades y los pueblos no tienen libres una silla, un velador, un sitio, y aun avanzan, como marea del consumo que quiere imponerse a la playa del asfalto. Así, ... las calles de las ciudades y los pueblos; si vamos al campo, las calles del olivar, de las huertas, todas las calles, apuran en vaso de pena el último jugo de la tierra. Envueltas en la quemazón de un octubre que pugna contra el otoño como un julio de canícula inmisericorde, las ciudades beben con una precipitada anadipsia cervecera que culminan con un toque espiral de hielo y alambique.
Mientras tanto, la tierra donde habita la vida vegetal parece que sufriera una hidrofobia secular. Y el hombre, el hombre que sabe que la verdad entra por los pies al pisar la tierra, cansado de isobaras y rogativas, desesperado, mira en lontananza queriendo adivinar en su desesperación galopes apocalípticos, y se pregunta si ha vuelto el Dios iracundo de las plagas bíblicas.
Un engaño. La ciudad vive tan alejada del campo que parece no darse cuenta de que su actitud facilita el engaño, porque desata fontanas frías y espumosas como queriendo decirle al campo que no es verdad la sequía, que su pena es mentira. No, no es así: el engaño está en las ciudades y la verdad, en las tierras donde el hombre ya no sabe qué hacer sobre los olivares, sobre las viñas, sobre las huertas, sobre los calmos.
¿Qué sentido tiene la reja, si, por más que ahonde, no va a dar nunca con la humedad? ¿Para qué volver la tierra con la vertedera, si eso es mover tierra seca? Ay, memoria de viejos otoños cuando salíamos al campo con el bastón y, en cuanto nos apoyáramos más de la cuenta, se hundía y, al sacarlo, el regatón venía lleno de fango, si no goteando.
Ay, memoria de los charcos en los caminos, de las altas lindes verdecidas de la primera voz de la otoñada. Un engaño, el perfil húmedo de las ciudades y pueblos que juegan al ilusionismo con fuentes y riegos, que sueltan rectangulares mentiras de mar en las piscinas, que juegan a la menuda y torpe lluvia en ciernes de los vaporizadores… Un engaño. La verdad está en la cara moribunda de la tierra. Miradla, miradla bien.
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