LA TRIBU
Dos voces
Miguel de los Reyes, uno de los dos Hermanos Reyes, ha muerto a la vera del tiempo en que ha muerto Rafael Guillén
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Iniciar sesiónDistintas, muy distintas, con distintos sonidos, pero dos voces cercanas, andaluzas. Casi al mismo tiempo, se han ido las dos, por más que aquí va a quedar por muchísimo tiempo -ojalá sea para siempre- el eco de ellas. Una de esas voces, granadina, la llevo ... puesta en mi voz desde que me la descubriera mi querido, admirado y tantas veces recordado Carlos Muñiz, el cultísimo jesuita de Rosal de la Frontera. Me refiero a Rafael Guillén. Fue un soneto, un soneto que hemos comentado y recitado más de una vez el querido maestro, compañero y amigo don Rogelio Reyes Cano y yo. Un soneto enorme, rotundo, altísimo: «Vengo de no saber de donde vengo / para decir amor, sencillamente. / Para pensar amor, sobre la frente / sostengo qué sé yo lo que sostengo…» Como el «agua oculta que llora» con que Federico cristianaba a Granada, así corren, con ese canto, los endecasílabos de Guillén: «…Para poder subir, contra corriente, / tengo sujeto aquí, no sé qué tengo…» Y más: «Venir es un recuerdo, si se llega. / Pensar es una huida, si se toca. / Sembrar es una historia, si se siega. / Sólo acierta en amor quien se equivoca / y entrega mucho más de lo que entrega. / Después, toda esperanza será poca.» Noventa años y se nos ha ido. Descansa en la paz de tus versos, Rafael.
La otra voz no escribía, cantaba lo que estaba escrito. Cantaba lo popular, letras sencillas que alegraban la vida: «En la Calle Real / suenan campanas…» Miguel de los Reyes, de Castilleja de la Cuesta, uno de los dos Hermanos Reyes, ha muerto a la vera del tiempo en que ha muerto Rafael Guillén. Dos voces distintas, distantes; esta me vino primero, cuando el Rocío se hacía copla caminera: «Campanas de Talhara, / echarse al vuelo…» Y más: «Ese lirio, peregrino, / que no lo pisen los bueyes…» Ni Miguel ni su hermano Diego decían Talhara, decían Tarara, salvo cuando cantaron «Caminito de Talhara / la noche se encuentra oscura…» Guillén dijo que sólo acertaba en amor quien se equivocaba y entregaba mucho más de lo que entregaba, y que después toda esperanza sería poca; los Hermanos Reyes, con mucho acierto, nos entregaron en sus cantos matalahúga, ajonjolí y azúcar molida, y, sin saberlo, nos entregaron mucho más, tan chorreonamente, cuando la Calle Real -toda de azul- se les iba a la boca gracias al verso ligero y hondo de Manolín Pareja-Obregón, ese genio. Asoma mayo y Guillén sigue ahí, «Anclado en mi tristeza de profeta…», y Miguel, al pie de la voz más grande, la de su hermano Diego, parece que sigue recordando lo que los dos cantaron de mis versos de muchacho: «Siempre me parecen tuyos, cada pasito que siento, / cada palabra que oigo, / cada risa y cada beso…» Por las dos voces idas, «Campanas de Talhara, / echarse al vuelo…»
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