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la tribu

Dios transparente

Ha vuelto la lluvia y no sólo ha vuelto para ocupar de nuevo sus territorios, también lo hace para devolvernos a nosotros la memoria de ella

Antonio García Barbeito

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LA lluvia siempre es un golpe de Estado; una toma, una conquista. La lluvia no negocia, impone, dicta, ordena, manda, ocupa. Baja la lluvia y nada se resiste a su avasallamiento. Ante su llegada, todo es callada obediencia. No hay sol que le pueda, ni ... cielo que se le resista; la infantería de los vientos abre brecha en las murallas de la luz, y cuando éstas ceden llegan los primeros arqueros y van pasando a flecha cuanto encuentran a su paso. La lluvia expropia todo lo que toca. Porque la lluvia, siempre que viene, viene a lo suyo, a sus terrenos, a sus propiedades. Cuando la vemos correr, no es la primera vez que corre por una ladera, un camino, un río, una gavia, una avenida… Y la lluvia también es siempre una reconquista. La sequía no es sino el viejo territorio perdido de la lluvia. Pero ocurre que la sequía se acostumbra pronto a ese territorio ganado con imposición de sus fuerzas aéreas y celestes, el empuje de los vientos solanos y el ataque despiadado a las nubes, y pronto olvida que ese territorio no es suyo, y gobierna con despótica autoridad. La sequía es el revés de la vida; la lluvia, la vida misma, la cara de la vida, el perfil de lo divino, la huella de la Mano. La lluvia es la verdad. La lluvia viene a alegrarlo todo, a celebrar la vida, a resucitar, a festejar los frutos, a regalar aires limpios, a enriquecer la tierra. La lluvia es el Dios transparente.

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