LA TRIBU
Cruces
Y así, hoy, por necesidad o por convencimiento, vemos cómo se dan cruces que de entrada nos parecen una barbaridad
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Iniciar sesiónEn el mundo del toro se llama encaste; en el de los humanos, vamos a llamarlo cruce, por aquello de cruzar sangres, políticas en este caso, con la intención —o la obligación, que de todo hay— de conseguir un producto que resulte enriquecido con el ... invento. Por estas tribus, cuando un muchacho y una muchacha se emparejaban en noviazgo, la gente, en el comentario al paso, hablaba de cruces, «A ver cómo resulta ese cruce, que nunca se había dado aquí…»; o bien, una vez conocido un fracaso, decían: «Se veía venir, porque de un toro bravo y una vaca brava, como poco te sale un desecho de tienta…» Y también, cuando una pareja traía distintos estratos sociales, se comentaba: «A ver lo que sale de ese cruce tan raro…»
Los comienzos de las formaciones políticas por estos pueblos y ciudades tuvieron el aplauso general cuando se consiguió con «pureza de sangre», o sea, sin darse la mano con ninguna otra formación, pura endogamia. Nadie entonces se cuestionaba la conveniencia de un refresco de sangre, de un cruce, para que las siglas no acabaran idiotizadas ante su propio espejo. Pero fue pasando el tiempo y, más por necesidad que por voluntad —a la fuerza ahorcan—, las siglas fueron acercándose entre ellas y muchos vieron que esa cercanía no era tan mala. Te acordaste de aquel caso social, cuando la gente comentaba: «Eso no puede acabar bien; ella es la heredera de unos terratenientes y él es hijo de dos que sirvieron para esos terratenientes». Y acabó bien. Al principio de esos acercamientos —siempre mirando por el pan propio, nunca o rara vez por el pan común— se hablaba de pactos naturales, de cercanía por inercia, de acuerdos lógicos… Hasta que las circunstancias, o digamos la precariedad de los resultados, obligaron a pactar con bandos que estaban al otro lado de la frontera ideológica, allende las lindes de lo familiar. Y así, surgieron pactos de comunistas con siglas de derecha muy de derecha, y cuando vimos que en muchos casos funcionaban, empezamos a creer que en muchísimas ocasiones es preferible un mal arreglo a un buen pleito, y que, una vez probada la cercanía, concluimos que, con aquella gente, más que cosas que nos separaban, había cosas que nos unían. Y así, hoy, por necesidad o por convencimiento, vemos cómo se dan cruces que de entrada nos parecen una barbaridad, un cantado fracaso, la crónica de un despropósito anunciado. Dejemos que corran los días, que tal vez nos llevemos grandes sorpresas, que a lo mejor tenemos que tragarnos muchas de las palabras que estamos diciendo al ver uniones que nos parecen una barbaridad. Sería bueno recordar que, pasados los años, para bien, hemos acercado el hombro —y el corazón— a personas y siglas que nos parecían de eterna enemistad.
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