La Alberca
El vagón de Andalucía
La amarga realidad española es que los trenes jamás se paran en algún lugar de Los Monegros camino de Barcelona

Sevilla es la provincia española con menor inversión estatal por habitante desde 1985 según los datos que publica la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. El esfuerzo del Gobierno de Felipe González para la Expo 92, que fue nuestra cima presupuestaria, ha sido devastado por el ... ninguneo posterior hasta arrastrar a la primera provincia andaluza en PIB a un abandono endémico que la ha sacado de cuajo de la competición. Sevilla es la ciudad europea de su tamaño con peores infraestructuras civiles. Tiene una sola línea de metro, una circunvalación con semáforos, una ronda metropolitana a medias y un aeropuerto sin conexión ferroviaria. Y lo único que funcionaba, que era el AVE, ha venido a pudrirlo el sanchismo con su nefasta gestión de los servicios públicos. González se ufana una y otra vez de haber logrado que la alta velocidad española empezara por Sevilla con una frase muy esclarecedora: «Si empezábamos por el Sur conseguiríamos que el tren llegara al Sur porque si hubiésemos empezado por el Norte no habría llegado aquí jamás». La inclinación estatal a satisfacer las demandas de vascos y catalanes es la principal causa de que Andalucía no haya podido converger en décadas. Esta es una de las comunidades peor financiadas junto con Extremadura, donde el escritor Luis Landero hizo famosa su reivindicación del tren con una queja que ahora, visto lo ocurrido con Ábalos y Cerdán, se entiende mejor que cuando fue pronunciada: «Queridos políticos, iréis de cabeza al infierno. Pero no por haber sido perezosos, bebedores o puteros o codiciosos o serviles o cobardes o descreídos. No, eso Dios lo perdona. Iréis al infierno por no haber traído a Extremadura el tren que Extremadura se merece».
La amarga realidad española es que los trenes jamás se paran en algún lugar de Los Monegros camino de Barcelona. Las averías siempre tienen el mismo destino. Ya sea por la indolencia histórica andaluza, ya sea por el agravio atávico al que nos somete el Gobierno, el resultado es un desprecio tan nocivo que ha logrado incluso destruir lo único que iba bien. Lo segundo no ha cambiado, pero lo primero sí. La inveterada desidia andaluza se ha transformado en un sentimiento de rabia y de orgullo que aspira a abandonar el vagón de cola para convertirse en locomotora nacional. Andalucía está cansada de soportar la desigualdad que conllevan los privilegios a otros territorios, ha levantado la cabeza contra el clientelismo cortijero de antaño, ha vuelto a reivindicar su pujanza y ha levantado la mano para exigir respeto. Tal vez los «perezosos, bebedores o puteros» de los que hablaba Landero no son conscientes de lo que están provocando, pero no tenemos problema en explicárselo: a los que nos intenten parar el tren de nuestro crecimiento los va a votar el Tato, Sanani el de las tortas y Rita la Cantaora. La avería del AVE ha estropeado también la alta velocidad del tecleo del ministro en las redes sociales, pero ha arreglado el viejo problema del conformismo andaluz. Hasta aquí llegó la riada.
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