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LA ALBERCA

El Postigo de Burgos

El Arco que ha comprado el duque de Segorbe no es el material, sino el inmaterial, el que da acceso a un sueño

MARÍA GUERRA
Alberto García Reyes

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Acababa de negociar el duque de Segorbe un contrato de Antonio Burgos en Madrid porque le había pedido ese favor y, cuando fue a contarle al maestro el resultado del acuerdo, se encontró con una nota manuscrita en la conserjería del hotel: «Querido Ignacio, a ... mí no se me ha perdido nada en Madrid». El propio Ignacio Medina contó esta anécdota en la sesión necrológica que la Academia de Buenas Letras le ha dedicado a Burgos, en la que el duque de Segorbe esbozó las reglas de una larga amistad basada en la defensa del patrimonio de Sevilla. Y después de escuchar las magistrales semblanzas que hicieron Ignacio Camacho, Arturo Pérez Reverte, José Joaquín León y Enriqueta Vila, junto con las exquisitas décimas de Joaquín Caro Romero, cayó por su propio peso una evidencia que la ciudad todavía no ha interiorizado bien, tal vez porque la ausencia le ha llegado demasiado pronto: como la Giralda, la Catedral, la Casa Pilatos, las Dueñas o el Archivo de Indias, Antonio Burgos es un bien de interés cultural. Por tanto, hay que protegerlo. Es obligatorio conservarlo como templo principal de la ciudad del último medio siglo. Sin Burgos, la Sevilla en la que todos nos reconocemos hoy no existiría.

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