LA ALBERCA
El Postigo de Burgos
El Arco que ha comprado el duque de Segorbe no es el material, sino el inmaterial, el que da acceso a un sueño
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónAcababa de negociar el duque de Segorbe un contrato de Antonio Burgos en Madrid porque le había pedido ese favor y, cuando fue a contarle al maestro el resultado del acuerdo, se encontró con una nota manuscrita en la conserjería del hotel: «Querido Ignacio, a ... mí no se me ha perdido nada en Madrid». El propio Ignacio Medina contó esta anécdota en la sesión necrológica que la Academia de Buenas Letras le ha dedicado a Burgos, en la que el duque de Segorbe esbozó las reglas de una larga amistad basada en la defensa del patrimonio de Sevilla. Y después de escuchar las magistrales semblanzas que hicieron Ignacio Camacho, Arturo Pérez Reverte, José Joaquín León y Enriqueta Vila, junto con las exquisitas décimas de Joaquín Caro Romero, cayó por su propio peso una evidencia que la ciudad todavía no ha interiorizado bien, tal vez porque la ausencia le ha llegado demasiado pronto: como la Giralda, la Catedral, la Casa Pilatos, las Dueñas o el Archivo de Indias, Antonio Burgos es un bien de interés cultural. Por tanto, hay que protegerlo. Es obligatorio conservarlo como templo principal de la ciudad del último medio siglo. Sin Burgos, la Sevilla en la que todos nos reconocemos hoy no existiría.
El duque de Segorbe conoció en primera persona la apuesta integral que el maestro del Arenal hizo durante toda su vida por la libertad y la independencia. Y entendió la 'espantá' de Madrid como un ejercicio natural de bohemia, de integridad artística y de humildad. Por eso ha tenido siempre la inquietud de devolverle a su amigo Antonio esa enseñanza, esa fe que ambos compartían por la historia verdadera, no la costumbrista. Hace unos meses, Ignacio Medina conoció al propietario del Arco del Postigo del Aceite en la presentación de libro sobre las puertas de Sevilla que ha escrito Juan Miguel Vega, otro sevillano de la primera magnitud. Y después de semanas de conversación, ha incorporado al patrimonio de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli ese postigo en el que Antonio Burgos construyó su idílico arco del triunfo. Mucha gente cree que el Arco del Postigo viene a dar desde la calle Dos de Mayo a la Avenida, pero no es así. Esa es la puerta de acceso a Burgos, que es el padre de la Sevilla onírica. Por lo tanto, lo que ha adquirido el duque de Segorbe no es la construcción material, sino la inmaterial. No se puede defender el patrimonio histórico sin una dosis muy alta de romanticismo. Y la compra del Postigo, sede de la Pura y Limpia, muro en el que derrama sus sombras el farol de cruz de guía del Gran Poder, es en el fondo un ajuste de cuentas. La Fundación Medinaceli tiene previsto hacer ahí un museo virtual sobre la muralla y las puertas, pero en el fondo, sin saberlo aún, el duque de Segorbe ha erguido un monumento a su amigo del alma, que entró por ese Arco a una ciudad que no es de piedra, sino de palabras, la ciudad en la que se nos ha perdido todo, y que es el techo que cobija a quienes soñamos Sevilla en la inmensidad y universalidad de un Recuadro.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete