La Alberca
Los niños que perdimos
La caída de la natalidad es un problema muy grave que ya se está pagando en Andalucía, donde las escuelas se vacían
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Iniciar sesiónEL curso que está a punto de empezar en Andalucía tendrá 18.000 niños menos que el anterior. El titular es de hoy mismo. Y lo normal es que todos pasemos a la siguiente noticia. Pero lo que está pasando con la natalidad es hambre ... para mañana. En los últimos seis años los centros escolares públicos andaluces han perdido 107.000 plazas. No son pocas las zonas rurales en las que se están implantando las aulas mixtas porque no hay suficiente demanda para cubrir las nuevas incorporaciones. Y no hace tanto tiempo de la fiebre de los detectives privados para pillar a quienes hacían trampa con los puntos de escolarización empadronando a sus hijos en casa de los abuelos, simulando divorcios y otras aberraciones. La tan reclamada cuota de 20 alumnos por clase se ha logrado de manera indeseada y la organización de la Consejería de Educación tiene cada año que adaptarse a un descenso de los nacimientos que empieza a resultar desalentador. Si no hay niños, no hay horizonte.
A veces los números fríos nos resultan lejanos, pero la transformación social que supone la caída de la natalidad es tan severa que no podemos permitirnos quedarnos en el titular. Porque tiene consecuencias muy importantes sobre nuestra rutina: impuestos, pensiones, mercado laboral... El crecimiento demográfico negativo es un desastre social, económico e incluso cultural que no nos atrevemos a combatir de frente. Esquivamos la realidad de nuestro censo como si esa bola no fuese a pasarnos por encima dentro de unos años. Y, sobre todo, eludimos afrontar las razones de este declive. Pero aquí estamos para dar por saco, no para la autocomplacencia. Así que allá vamos.
La edad de emancipación en Andalucía se ha retrasado hasta los 30 años de media. Los jóvenes que no exilian su talento para cobrar sueldos europeos tienen que conformarse con ingresos aquí que no les permiten comprar una vivienda. Primera razón para retrasar la creación de una familia. A esto se le une la falta de medidas públicas para fomentar la conciliación familiar, lo que exige la participación directa de los abuelos en la crianza. Y tampoco existen iniciativas públicas de impulso de la natalidad que animen a enfrascarse en una aventura tan compleja. El resultado es una sociedad en la que el acceso a la vida familiar es cada vez más tardía y, por tanto, más antinatural. El auge de las clínicas de fertilidad lo demuestra, ya que la edad a la que muchas parejas inician el encargo es ya un contratiempo para la maternidad. Pero hablar de esto no es políticamente correcto, igual que del auge de los perros, que está directamente relacionado con las estadísticas natalicias.
Tener hijos es la mayor obra humana. Les necesitamos para ser mejores en todos los sentidos. Por eso estamos ante una realidad muy preocupante que no puede quedarse en el titular de hoy. Porque una escuela vacía es un futuro muerto. Y como diría Romero Murube, los niños son los cielos que perdimos.
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