La Alberca
El kit de sevillanía
Para sobrevivir aquí propongo un hatillo con un libro, un pregón, una oración y un sonido

No es cuestión de frivolizar con las bombas que tira Putin, que son un drama humanitario, pero lo del kit de supervivencia suena tan alarmista que el cuerpo pide un poco de sentido del humor para aliviar los estragos de la geopolítica mundial, en manos ... de unos auténticos majaderos. Y viendo el vídeo de recomendaciones de la Unión Europea que ha hecho la comisaria belga Hadja Lahbib, uno se pregunta qué habría que llevar en un kit de supervivencia en Sevilla. Lo más típico sería una pastilla de carbón con su saquito de incienso de los Tres Reyes, un pin de la portada de la Feria, un abridor de botellines, una estampita del Gran Poder y otra de la Macarena, un blister de jamón, un cartuchito de chicharrones, un sobre de altramuces Saladitos, una pelliza para la pelúa nocturna de la primavera y una lata de anchoas de octavilla de Trifón. Pero como no se sabe el tiempo que se puede sobrevivir sin nuestras esencias, ya sea por los petardazos rusos o por el exilio laboral, plantearemos un kit de sevillanía de utilidad contrastada en el que meteremos un libro, un pregón, una oración, una reliquia, un sonido y una expresión que s tenga un superior significado entre nosotros. Cada cual hará el suyo y es muy constructivo discutir cada elemento en una barra antigua, véase Vizcaíno, Coronado, Rinconcillo o Morales, con su correspondiente tanque, que es el único lenguaje bélico que nos interesa a los sevillanos. Yo voy con el mío.
El libro. Este debate no se puede resolver con menos de diez tanques. Son indiscutibles 'Ocnos' de Cernuda; 'Sevilla en los labios' de Romero Murube; 'Divagando por la ciudad de la gracia' de José María Izquierdo; 'Diálogos en la acera izquierda de la Avenida' de Rafael Montesinos; 'La ciudad' de Chaves Nogales; 'Teoría y realidad de la Semana Santa' de Núñez de Herrera; 'Sevilla insólita' de Morales Padrón y 'Sevilla del buen recuerdo' de Rafael Laffón. Pero yo a mi salvación me llevaría 'El pretérito perfecto' de Ignacio Camacho. Y cada vez que sintiera que me llega la hora, leería esta frase: «En Sevilla, el verdadero concepto de ciudad inevitable habita en la certeza de vivir con un pasado por delante».
El pregón. Terminaré pronto. Rafael González-Serna. Mi hermano. Porque él se inmoló mil veces para que yo me salvara.
Una oración. El himno de la Macarena de Joaquín Caro Romero. «Si el Arco es imán de fe, / la basílica es la flecha / que apunta con la espadaña / más allá de las estrellas». ¿Cómo no va a estar en el kit de supervivencia del alma la Esperanza?
Una reliquia. Mi primera papeleta de sitio. Bien doblada. Casi sin tinta ya, pero con toda la memoria impresa.
Un sonido. Me divido entre las 'Habaneras de Sevilla' de Antonio Burgos—«Tiene color de Murillo la siesta triste de aquel salón»— y la soleá de Tomás Pavón.
Una expresión. Más pavías y menos misiles, que decía el Pali. El hatillo de la sevillanía es el más sencillo del mundo: siempre como ahora y mejor cuando Dios quiera.
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