LA ALBERCA
Gana el que iba líder
Sánchez creía que era Guardiola hasta que se encontró con un Feijóo que gana como Ancelotti
Al Guardiola de la palabra, tiquitaca de las promesas, le ha dado una sorpresa el Ancelotti de los hechos probados. Nadie esperaba un Feijóo tan incisivo en la propuesta táctica. Después de cuatro días estudiando el debate en un cuartillo con sus asesores, la pizarra ... de Sánchez no ha funcionado. De entrada, ya llegaba mintiendo antes de hablar. La corbata es una traición. El presidente pidió el año pasado a sus ministros y a los empresarios que se la quitasen en verano para consumir menos aire acondicionado. Ni sus propios consejos sigue. Aunque el nudo se le aflojaba cada vez que su rival le metía sus 'cambios de posición' en el corral. En la parte económica se gripó la moto. Porque después de los cara a cara en el Senado Feijóo ha conseguido encontrarle el punto débil. Entrenó mejor en la cámara territorial. En el bloque de la violencia machista llegó la desnudez. Sánchez enrabietado, en un tono hostil, derramándose en sus abusos retóricos para defender el indefendible destrozo de la ley del 'sí es sí': «Un error jurídico se corrige, pero una declaración machista a sabiendas es otra cosa». Y voleón de Feijóo: «Quede usted un día con el señor Abascal y debata eso con él». Es una tradición que el debate perjudica al que gobierna. Pero seguro que Sánchez está ahora peor que al salir del plató de Ana Rosa. No atender las llamadas de atención de los moderadores en plena enajenación verbal es un error de novel. Al debate llegábamos con prejuicios muy consolidados: el candidato del PSOE es un gran comunicador y el del PP tendrá que defenderse. Pues justo lo contrario. Más allá de los mensajes empaquetados a ambos lados de la mesa de ping pong, el cara a cara se ha resuelto en las formas, no en el fondo. En la corbata. En las interrupciones. Porque los discursos ya nos los sabíamos de carrerilla. Hacia un lado Abascal y hacia el otro Otegi. En una portería Vox y en la otra... En fin, el resultado sale solo. Lo que no se esperaba era la habilidad de Feijóo para desmontar el tiquitaca con un juego tan directo: «Debería usted estar más tranquilo, esto no es el Hormiguero, déjeme hablar, ¿usted es el moderador?...». El triunfo del aspirante del PP se ha basado desde que empezó la campaña en no dejar hacer su juego al del PSOE. Y la derrota de Sánchez viene de lo que calla, no de lo que dice. Ante el contrato para que gobierne el que gane, que es puro maniqueísmo político, un ganador jamás guarda silencio. En el cuerpeo siempre cae el que va perdiendo. Y se pone a dar patadas desesperadas. La virtud de Feijóo fue impedir el toque verbal del contrario y obligarlo a hacer faltas a contraestilo. La de Sánchez, ídem: sacar a la luz el estilo desapacible del presunto hombre sereno.
Los españoles ya saben hoy que ni uno es tan bueno hablando ni el otro es tan tranquilo. Esto es lo único nuevo que deja el debate, además de la certeza de que las encuestas no van a cambiar: que ni el Guardiola de la izquierda juega tan bonito, ni el Ancelotti popular es tan impasible. O sea, que gana el que iba líder.
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