La alberca
El consejero de Marrones
Antonio Sanz se ha comido las inundaciones, los incendios y ahora la catástrofe de la sanidad
CUANDO el Guadalete le rebañaba los viñedos a Jerez en las inundaciones de la pasada primavera, ahí estaba con su chalequillo reflectante Antonio Sanz para coordinar el trabajo de las unidades de emergencia y los desalojos. Cuando este verano las llamas cercaban la Punta de ... los Alemanes en Zahara y por la playa se organizaba la diáspora, ahí estaba Antonio Sanz con la manguera dirigiendo el operativo. Y cuando el caso de los cribados de cáncer de mama ha reventado las costuras de la muy mejorable sanidad andaluza, ahí está Antonio Sanz con el bisturí organizando una operación quirúrgica del sistema para poner fin de una vez por todas a los quebraderos de cabeza permanentes que tiene el gobierno de Juanma Moreno con este asunto. La mismísima oposición reconoció su trabajo frente a los incendios mientras en el resto de España el sanchismo culpaba de todas las hectáreas quemadas a los gobiernos autonómicos del PP. Aquí no hubo más remedio que reconocer el mérito del consejero de la Presidencia por la rapidez con la que se habían controlado todos los focos estivales y la diligencia con la que se desplazó a la población afectada. Sanz ya traía esa vitola de buen gestor desde su etapa como delegado del Gobierno de Mariano Rajoy en Andalucía. Eran muchos los socialistas que en privado reconocían que el jerezano había nacido para eso. Y tras un primer mandato apoyado sobre el hombro de Elías Bendodo, Juanma Moreno decidió darle plenos poderes en su reválida, ya con mayoría absoluta, con el objetivo de aprovechar esa experiencia como apagafuegos.
Antonio Sanz fue la cara más visible del PP andaluz en las denuncias al PSOE por el caso ERE. Había sido el escudero más leal a Javier Arenas durante décadas y se echó a las espaldas la incómoda tarea de ser el perro de presa durante aquellos años de corrupción. Pero ha conseguido transformar su perfil político en el de un gestor moderado. Su virtud, que para quienes trabajan con él es su mayor defecto, es que no duerme. Sanz no desconecta jamás, tiene obsesión por controlar todo lo que ocurre en los departamentos que él dirige, maneja en primera persona todos los detalles, trabaja sin reloj y sin calendario. Y además tiene vis política después de tantos años en la amarga trinchera de la oposición. Juanma Moreno le entregó la sanidad de manera interina tras deshacerse de su segunda consejera fallida y, finalmente, se ha confirmado que su provisionalidad era para siempre porque la situación que atraviesa esa Consejería exige trabajo, determinación y colmillo político. Sanz se va a tener que hacer cargo del punto débil del 'juanmismo' en lo que queda de mandato para cumplir un solo objetivo: que los asuntos sanitarios desaparezcan de la confrontación y hasta de las conversaciones. Lo tiene complicado, pero si lo logra, Juanma Moreno no tendrá más remedio que inventarse una nueva cartera para él si vuelve a ganar las elecciones en Andalucía: Antonio Sanz, consejero de Marrones.
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