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La alberca

El consejero de Marrones

Antonio Sanz se ha comido las inundaciones, los incendios y ahora la catástrofe de la sanidad

Alberto García Reyes

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CUANDO el Guadalete le rebañaba los viñedos a Jerez en las inundaciones de la pasada primavera, ahí estaba con su chalequillo reflectante Antonio Sanz para coordinar el trabajo de las unidades de emergencia y los desalojos. Cuando este verano las llamas cercaban la Punta de ... los Alemanes en Zahara y por la playa se organizaba la diáspora, ahí estaba Antonio Sanz con la manguera dirigiendo el operativo. Y cuando el caso de los cribados de cáncer de mama ha reventado las costuras de la muy mejorable sanidad andaluza, ahí está Antonio Sanz con el bisturí organizando una operación quirúrgica del sistema para poner fin de una vez por todas a los quebraderos de cabeza permanentes que tiene el gobierno de Juanma Moreno con este asunto. La mismísima oposición reconoció su trabajo frente a los incendios mientras en el resto de España el sanchismo culpaba de todas las hectáreas quemadas a los gobiernos autonómicos del PP. Aquí no hubo más remedio que reconocer el mérito del consejero de la Presidencia por la rapidez con la que se habían controlado todos los focos estivales y la diligencia con la que se desplazó a la población afectada. Sanz ya traía esa vitola de buen gestor desde su etapa como delegado del Gobierno de Mariano Rajoy en Andalucía. Eran muchos los socialistas que en privado reconocían que el jerezano había nacido para eso. Y tras un primer mandato apoyado sobre el hombro de Elías Bendodo, Juanma Moreno decidió darle plenos poderes en su reválida, ya con mayoría absoluta, con el objetivo de aprovechar esa experiencia como apagafuegos.

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