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Ábalos, Salazar y la peste porcina

Del «soy feminista porque soy socialista» al reparto de sobrinas y los comentarios sátiros a las trabajadoras

Alberto García Reyes

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Ahora que está la UME parando jabalíes como el portero de Malta en Cataluña para aislar la peste porcina, tal vez habría que aprovechar para destinarla también a contener el brote de cochinadas que aparecen en los mensajes de Ábalos o en las denuncias de ... supuestas trabajadoras de La Moncloa contra Paco Salazar. Porque esa es otra cepa del mismo virus. Vaya por delante que no se puede mancillar el honor de nadie públicamente desde el anonimato. Se puede denunciar sin dar la cara y se debe investigar confidencialmente hasta tener pruebas. Pero es la izquierda la que ha abanderado el «hermana, yo sí te creo». Que cada palo aguante su vela. Lo malo de ser un sectario es que a veces las normas que impone al adversario son imposibles de cumplir por él mismo. La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, ha tenido que calificar la actitud de su compañero Paco Salazar como «vomitiva», aunque si de verdad es tan feminista ya podría haber opinado de Ábalos en Teruel y de Salazar cuando el partido recibió las denuncias de las trabajadoras, que desaparecieron por arte de birlibirloque del sistema informático. Esto es bueno: La Fiscalía nos ha aclarado que Juanma Moreno no borró las mamografías en plena crisis del cribado del cáncer, como denunció la instrumental Amama, al mismo tiempo que hemos sabido que los testimonios de las supuestas víctimas de Salazar se han evaporado temporalmente de los ordenadores del PSOE. «La verdad no se filtra, la verdad se defiende», alegó el fiscal general. Esto es el metabulo. El bulo dentro del bulo. La afición del sanchismo a dictar sentencias se ha topado con un duro obstáculo en la bragueta de Salazar. Es muy difícil aventar el lema «soy feminista porque soy socialista» mientras reverbera en las televisiones el reparto de sobrinas que gestionaba Koldo: «Carlota se enrolla que te cagas». La lección de sororidad que ha abanderado la izquierda con su falso puritanismo ha arrastrado ya a varios de sus autores, desde Errejón a Monedero, que han sido atrapados por sus propias reglas del juego. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Su hemiplejia ideológica les ha llevado con el feminismo al mismo infundio que con la corrupción: los machistas de izquierdas son casos aislados mientras que la derecha es machista por antonomasia. Exactamente lo que decía Rufián de los corruptos: «La izquierda no puede robar, la derecha sí». Pero el PSOE sabe que ha llegado hasta aquí con pulso gracias al voto femenino y que todo lo que está saliendo le destroza. Ha dejado tiradas a sus mujeres feministas. Por eso Feijóo ha optado por el calificativo más coloquial -que se tapen los oídos los poetas- para definir a cualquier hombre que haga lo que se le atribuye a Salazar: «Guarro». Porque es muy probable que el brote de peste porcina que se ha detectado en las supuestas actitudes obscenas en La Moncloa y en la Secretaría de Organización del partido sea el que termine derribando el muro que Sánchez le ha puesto a la dignidad, no a la ultraderecha.

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