tribuna abierta
Un canal de ambiciones
Panamá, en su rol de gestor, deberá equilibrar sus relaciones internacionales mientras protege su activo más estratégico
La historia del Canal de Panamá es un relato fascinante de exploraciones, fracasos, triunfos y disputas geopolíticas. Desde la época colonial, la idea de conectar los océanos Atlántico y Pacífico por el istmo panameño ha sido un anhelo constante, pero no fue hasta el siglo ... XX cuando se materializó bajo el dominio de los Estados Unidos. Hoy, más de un siglo después, el control del canal sigue siendo objeto de debate y reivindicaciones por parte de Washington, en un contexto donde el comercio global y la pugna entre grandes potencias han reavivado el interés por su influencia estratégica.
En los últimos tiempos han resurgido declaraciones de altos funcionarios estadounidenses que sugieren un renovado interés en el control del canal. Más concretamente, el presidente Donald Trump durante su toma de posesión agitó la hostilidad geopolítica declarando que «China está operando el Canal de Panamá y nosotros no se lo dimos a China, se lo dimos a Panamá, y lo vamos a recuperar», en una clara demostración de cuál va a ser su estrategia durante su segundo mandato sin permitir que las empresas chinas monopolicen su uso en contra de los intereses americanos.
En un mundo en el que la seguridad y la globalización ya no van en la misma dirección, la creciente presencia de inversiones chinas en Panamá, incluyendo proyectos portuarios y logísticos, ha generado preocupación en Washington, que ve en el istmo un punto crítico en la competencia geopolítica con Beijing. Así, la compra por la primera naviera del mundo (MSC) a través de su brazo portuario Terminal Investment Limited (TiL) junto con el fondo de inversiones BlackRock de las terminales de contenedores de los puertos de Balboa (Pacífico) y Cristóbal (Atlántico), arrebatándoselas a la empresa china, la hongkonesa Hutchison Port Holdings, ha sido un primer movimiento en el nuevo tablero geopolítico. Además, Panamá se ha retirado de la nueva Ruta de la Seda, considerado uno de los proyectos estrella y más expansionistas del Gobierno chino, y también se ha comprometido a reducir el peaje a los barcos estadounidenses.
En este sentido, la política actual de Trump nos hace recordar a la del presidente William Mckinley, el «Napoleón del proteccionismo», que entre 1897 y hasta su asesinato en 1901 puso las bases de la nueva política americana para construir una hegemonía mundial sin precedentes, cuya culminación fue la construcción del Canal de Panamá.
En un contexto de rivalidad creciente entre China y Estados Unidos, Panamá se encuentra en una posición delicada, con su diplomacia tratando de equilibrar sus relaciones con ambas potencias, asegurando que el canal siga operando bajo estricta neutralidad. Sin embargo, informes recientes indican que Washington podría buscar nuevas estrategias para consolidar su influencia en la región y garantizar que el canal siga alineado con los intereses occidentales.
Y tampoco debemos olvidar que, para la competencia por el control de las rutas comerciales globales, se están planteando diversas alternativas al Canal de Panamá. En México, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec busca modernizar la infraestructura ferroviaria y portuaria para conectar los océanos Atlántico y Pacífico sin necesidad de atravesar el canal panameño. En Honduras, se está promoviendo un canal seco que combinaría redes ferroviarias, carreteras y puertos estratégicos para ofrecer una vía de transporte alternativa. Nicaragua ha reactivado la idea de su canal interoceánico, esta vez con una nueva propuesta presentada a empresarios chinos, en un intento por atraer inversiones y desafiar el monopolio logístico de Panamá.
Con todo, el Canal de Panamá ha sido, desde su concepción, un punto clave en la geopolítica mundial. Su historia refleja las ambiciones de potencias extranjeras y la lucha panameña por su soberanía. Hoy, con nuevos actores en juego y un mundo cada vez más polarizado, el futuro del canal sigue siendo un tema de interés global. Panamá, en su rol de gestor, deberá equilibrar sus relaciones internacionales mientras protege el activo más estratégico de su nación.
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