Tu piel

Tu piel explica cómo se han hecho las cosas en tu casa. Puede parecer clasista, pero no es exactamente clasista o por lo menos no lo es en la medida que esta palabra se asocia a las marcas y al exhibicionismo de un determinado poder económico. La piel depende del amor de tu madre comprando el pescado fresco y tomándose la molestia de acudir a la remota verdulería que tiene las espinacas que te gustan o fruta siempre de temporada. Lo hacía tu abuela por tu madre tal como ahora tu madre lo hace por ti. Tu piel depende de que unos padres sólidos te hayan detallado el terrible mensaje de desprestigio que mandas si te pones a fumar.

Tu piel refleja un trabajo de años que tiene que ver con lo que comiste pero sobre todo con la paciencia y el amor. Si es clasismo es el clasismo de la ternura, el clasismo de estar y de permanecer, el clasismo de la dedicación, de la entrega total, del sacrificio puesto al servicio de tu vida y de tu felicidad. Tu piel es el clasismo de tu madre, que tuvo las prioridades claras y eras tú. No tienen la piel suave las hijas de madres decepcionadas con la maternidad, las hijas de madres que quieren tiempo para ellas mismas, las hijas de madres que necesitan realizarse o un espacio. No tienen la piel suave las hijas de madres que piensan que les queda poca juventud y abandonan el hogar en busca de aventuras que les permitan soñar.

Todo lo decimos con la piel, al primer tacto. Damos un abrazo o la mano y ahí está lo que somos. En la primera conversación de cerca lo que enseguida ves son las rojeces en los pómulos del bebedor que más que excesivo es continuado, las arañas del fumador, la porosidad demasiado abierta por las dietas ricas en legumbres; y esa capa brillante y de fina de grasa que emerge de los 'containers' de cocina rápida, precocinada o de quinta gama que destruyen tu interior. Es cierto que hay cremas y ácidos que pueden durante un tiempo servirte de mascarada pero, créeme, se nota el cuidado, y un observador atento sabe al instante detectar cómo bajo el bálsamo del engaño habitan todas las categorías del mal.

Hay tanta gente hoy con acceso a coches o trajes o relojes caros que se volvió una horterada llevarlos. Los uniformes son lo contrario de la elegancia y todavía más los uniformes aspiracionales. El lujo es que te quieran, ser importante para alguien. Tu piel lanzada al aire violento de nuestro tiempo de soldadesca ruin y de desprecio; tu piel como testigo de que alguien vivió para que supieras que lo que más le importaba era quererte mucho.