TODO IRÁ BIEN
Mano dura con la inmigración
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Iniciar sesiónEl Banco de España calcula que si queremos mantener el equilibrio entre la población trabajadora y la jubilada, dentro de 30 años necesitaremos 24 millones de inmigrantes, el doble de los que hoy tenemos. Por supuesto que es imprescindible la mano dura con la ... inmigración, pero no para expulsarla, sino para recibirla e integrarla. La bajas pasiones racistas y las bajas pasiones buenistas empatan a hipocresía. Ningún racista quiere hacer los trabajos que hacen los recién llegados ni pagar más impuestos. Ningún buenista quiere vivir rodeado de inmigrantes o que sus hijos vayan al colegio con muchos musulmanes. El buenismo es una forma de racismo, dejemos esto claro.
Luego está el terrorismo, la delincuencia, el trato a las mujeres, la higiene, factores que tan simplista resulta achacar a algunas procedencias como pretender que nada tienen que ver. «Mano dura con la inmigración» ha de significar un severo control fronterizo y una ley exigente, pero también un sistema de acogida que sea algo más -no algo menos- que la prestación de servicios universales y que establezca un protocolo de integración efectivo, un seguimiento no exento de vigilancia, y una oportunidad real de tener un lugar digno en nuestra sociedad que ha de ir acompañada de la expulsión en caso de reincidencia delictiva. Es el contrato de siempre entre personas adultas y libres: derechos ligados a deberes, oportunidades vinculadas al esfuerzo por aprovecharlas. Todo esto es caro, muy caro, pero más barato de lo que a la larga nos saldrá no hacer nada.
España tiene un problema y ha de buscar soluciones. No queremos tener hijos porque no queremos comprometernos con nada que sea más importante que nosotros. Damos por descontado que el Estado ha de permitirnos vivir sin prácticamente trabajar, o trabajando poco, y cómodo, y decimos que Hacienda nos roba. Necesitamos inmigrantes pero no nos gustan. Necesitamos leyes pero tampoco nos gusta que nos obliguen a cumplirlas. Decimos de las fronteras que son fascistas y cosas mucho peores de los policías o los militares que las guardan. Todo esto junto nos ha conducido al colapso. Y de Francia y del Reino Unido hemos aprendido lo rápidamente que el colapso prende si añadimos demagogia y mala leche partidista, que desde luego no faltan en nuestro debate público.
La política ha de jugar su papel pero supeditado al imprescindible liderazgo empresarial comprometido no sólo en emplear sino en integrar a estas personas. Un liderazgo empresarial que muestre el camino a los políticos y no al revés, que exija a los políticos en defensa de nuestro progreso material y espiritual, en la certidumbre de que es la iniciativa privada culta, generosa e inspiradora lo que mejora las sociedades y les permite evolucionar junto al concepto de lo que cada generación consagra como civilizado y estiramos un poco más los dedos para tocar la cara de Dios.
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