todo irá bien
No soy culpable
Conozco vuestra forma de deformar la realidad para que al final seamos pobre gente desorientada
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Iniciar sesiónCada vez que en una película sale un tatuado bebiendo cerveza, una boda lesbiana, alguien habla sin venir a qué del calentamiento global o la ebullición climática, como se dice desde hace media hora, cada vez que hay más de tres mujeres y cuatro negros ... en la escena, y seis gitanos y algunos árabes, y todos tienen razón contra 15 blancos católicos machos, por supuesto fascistas y violentos, y a los que se les niega la palabra, el argumento, la dignidad mínima de defenderse, que sepas que yo sé que vienes a por mí y quieres lincharme, pisotearme y apago la tele y tiro el iPad por la ventana. Me ofende, me hiere, me sangra la mentira, la madrasa. El arte vuelto propaganda, el conocimiento rebajado a griterío, el pretexto de la pluralidad para los ataques cuchilleros al prójimo con el único afán de eliminarlo. Conozco vuestra forma de deformar la realidad para que al final perdamos el temple, la autoestima, los asideros y seamos pobre gente desorientada, abuelas que ya no saben distinguir la noche de la mañana. Es vuestro objetivo desquiciarnos, hacernos sentir culpables, fantasmas de un mundo que se ha evaporado; y que veamos cómo cae lo poco que permanece para desmoralizarnos, para que nos rindamos, para que dejemos de creer en el esfuerzo, en el talento, en la prudencia, en la civilización, en Occidente. En la libertad y la vida frente a vuestro cementerio. No digo que poco a poco no lo vayáis consiguiendo pero aún quedamos muchos en pie con fuerza para deciros que no soy culpable por ser blanco, católico y ducharme. Empuño mi desodorante como una granada cuando oigo ruidos en la casa, por si es que han entrado los guarros. Enciendo el aire acondicionado y me siento en una taberna escondida de los nazis. Ceder el paso a mi señora y comprarle un bolso es más feminista que pagarle el cambio de sexo o un aborto, y es dulce educar a mi hija –que es mía y no del Estado– dejándole probar los vinos y llevándola a las escuelas y los médicos privados. No soy culpable de tomar aviones para ir a restaurantes de Bangkok o Los Ángeles. Los culpables sois vosotros y no por la modestia, sino por la amargura. No por la izquierda, sino por la envidia. No porque penséis diferente, sino porque sólo pensáis en jodernos. No es que no tengáis dinero, es que no sabéis qué hacer de él, ni de vuestro júbilo, ni de vuestro tiempo. No os dais cuenta de que vivir es un don, un don de Dios, y por eso os metéis en nuestras películas con madres que dicen que necesitan no estar con sus hijos para sentirse realizadas y libres. Por eso os metéis en nuestras escuelas y enseñáis a nuestras hijas a masturbarse. Por eso el hombre blanco heterosexual, proveedor y padre es vuestra pesadilla. Porque no sois felices. Porque vivís atados a vuestro resentimiento y no a vuestra esperanza. Porque os duele la maravilla como una agresión que se os hiciera. Cuando ya creéis que no hay más formas de asesinar a Dios os duele que él siempre vuelve pero sobre todo que nunca haya dejado de quereros.
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