todo irá bien

Barbour

Crecí a fuerza de desafíos que incluían igual medida de pasión y reto

Quién paga la fiesta

El vacío de la Reina

Casi todo lo acabo tirando menos este Barbour, regalo de mi abuela cuando la prenda se puso muy de moda entre los adolescentes en mi ciudad. Todos queríamos un Barbour. Yo tenía catorce años y mis padres opinaban que no era para mi edad ... y no me lo compraban. Me gustaba Ari pero me daba apuro contarlo y quería comprarle algo que no recuerdo y robé 5.000 pesetas del bolso de mi abuela que entonces eran mucho más que el cambio de hoy a 30 euros. Cuando al cabo de unos días fui a verla me recibió con una magnífica bolsa de Burberrys y mi chaqueta tan deseada.

Dejó que la desenvolviera, que me la probara, que me sintiera un Windsor y eligió el momento exacto para atravesarme: no te la he comprado porque no me haya dado cuenta de que me has robado, sino para que cada día cuando te la pongas pienses en la persona que quieres ser. Nunca te he negado nada, todo te lo he dado por quintuplicado y lo que te gusta es porque yo te lo he enseñado. Y mira qué has hecho por no decirme que una chica te gustaba.

Acabé de hacer el ridículo tratando de negar lo irrefutable y su cara de desprecio contrastaba con su voz suave al decirme que no iba nunca a rebajarse con gritos o castigos aunque yo fuera un miserable. Yo siempre te querré, yo siempre te perdonaré y olvidaré tus ofensas al rato. Cuanto mayor sea tu traición, más deslumbrantes serán mis regalos, hasta que aprendas a no arrastrarte.

Fui un niño bastante un desastre y si sigo vivo es de milagro. He tratado con tanta ligereza los dones y la suerte que soy una prueba andante de que Dios existe y por lo que sea le caigo simpático. De ninguna otra manera puede explicarse que no haya que hablar de mí ya en pasado. Sin embargo nunca fui uno demasiado castigado y las pocas veces que lo fui no aprendí nada.

Crecí a fuerza de desafíos que incluían igual medida de pasión y reto. La autoestima de sentirme querido, el espejo de mi poca vergüenza. La admiración por mis primeros poemas y el desprestigio de los que se llaman a sí mismos artistas y son incapaces de ganarse la vida con lo que hacen. No hay ningún arte Salvador en quien no puede pagar el colegio de sus hijos.

Yo tampoco castigo a Maria y le doy lo que me pide. Hasta la fecha no me ha robado pero en su chulería de creerse más lista intenta enredarme. Cuando me doy cuenta la riño y se asusta, pero sirve de muy poco un señor histérico y enfadado. Luego me calmo y hablamos de la libertad y de la confianza, del tipo de niño que era y del hombre que elegí ser y de cómo con el tiempo he aprendido a tratar por lo menos con agradecimiento el amor que recibo. Sé que continuarás haciendo algunas cosas que parecerá como si nunca hubiéramos hablado pero poco el vínculo demuestra su eficacia y se filtran las ideas, la fuerza, las palabras, la mujer que quieres ser, el recuerdo convertido en hilo de cuando eras un bebé y llorabas y no distinguías ni las formas pero yo te tomaba en brazos y ya sabías que era tu padre.

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