tribuna abierta
La fantasía de Bután
No parece que Bután vaya a tener problemas de masificación turística mientras no cambie su conectividad
Rodolfo Espino Romero
A veces se recurre al Reino de Bután para ponerlo como ejemplo de éxito en la lucha contra la masificación turística. Y eso porque ha mantenido desde el año 1974 una política de cobrar a los visitantes un tributo de 200 dólares por turista ... y noche de estancia al entrar al país. Pero esa interpretación es un bulo, como se verá.
En primer lugar, el feliz Reino de Bután es un pequeño país de casi 800.000 habitantes y una superficie similar a la de Extremadura, que está entre India y China según se sube a mano derecha –en el Himalaya, pegado al monte Everest–, y al que se llega generalmente desde Nepal o desde Bangladesh en pequeños aviones de pocas decenas de pasajeros porque el aeropuerto internacional de Paro (sic), con sus 1.985 metros de largo, entre las montañas más altas del planeta, tiene una de las veinte pistas de aterrizaje más peligrosas del mundo. Es decir, que la experiencia turística de Bután está reservada a muy pocas personas por razones de conectividad y no porque la cuantía de su supertributo turístico sea muy alta.
En segundo lugar, Bután nunca estuvo masificado, así que no ha tenido éxito en la lucha contra la masificación turística. Simplemente su Departamento de Turismo actuó con inteligencia y fantasía, y creó y se apropió de un nicho de mercado exclusivo: el de las personas más ricas del mundo, a quienes se les ofrecía un bien respecto del cual podían desarrollar lo que en microeconomía se conoce como un 'comportamiento esnob' y que funciona como lo que se denomina un bien de Veblen. En síntesis, para no iniciados: se llama bienes tipo Veblen a aquellos bienes superiores o de lujo en los que sucede que cuanto más alto es su precio, mayor es la cantidad que se demanda, y viceversa: si el precio es barato, a los potenciales compradores no les interesa el bien Veblen porque cualquiera podría comprarlo. En el caso de Bután, la tarjeta postal de viaje podría tener como lema: «Saludos desde Bután, sobreviví al aterrizaje. Tú no puedes pagar este viaje, yo sí». Con el tributo por las nubes, Bután creó un bien Veblen y transformó una debilidad en una fortaleza: ya que no podía recibir muchos turistas, que fueran los de mayor poder adquisitivo; es decir, lo que ahora se llama turismo de lujo o de excelencia.
Para terminar, esta introducción a la fiscalidad turística butanesa, hay que mencionar una novedad muy relevante: desde septiembre del año 2023 el Reino de Bután ha reconfigurado el tributo turístico básicamente de dos maneras: ha bajado por un tiempo el gravamen a la mitad y lo ha transformado de una tasa en un impuesto. Todavía el cambio tributario no ha tenido tiempo para conocer sus resultados, pero no parece que Bután vaya a tener problemas de masificación turística mientras no cambie su conectividad. Y será interesante saber si, como resultado del cambio de cliente objetivo, en los próximos años se pone de moda Bután entre ciertos 'influencers' que son muy ricos, pero menos ricos que los otros de antes.
En definitiva, como aquí no se quiere entender que la masificación turística no es un problema de aforo, se pretende solucionar facilonamente a base de subir los impuestos lo que podría y debería resolverse con buena gestión. Pero hay que tener esperanza: en las muchas crónicas disponibles de viajes a Bután se cuentan historias muy interesantes acerca de su cultura budista de hospitalidad y de uno de los ingredientes secretos de su éxito turístico, que son sus buenas prácticas de turismo responsable: no se andan con contemplaciones con los turistas que se salten las normas que molesten a los otros turistas o que no respeten a las personas, la naturaleza o la cultura local. Hay que terminar con el bulo de Bután y aprender de su fantasía.
es profesor jubilado de Hacienda Pública en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
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