la tercera

Hernán Cortés y la estela de Cervantes

«La gesta lingüística de los conquistadores ha sido tradicionalmente orillada en favor de sus hechos de armas, más criticables desde la evolución histórica de ciertos conceptos políticos, morales y éticos»

Remigio Vela Navarrete

Recordamos desde abril de 2019 la llegada de Hernán Cortés a las costas de Yucatán, iniciando la exploración, conquista y culturización de México, acompañado, en feliz comentario de un historiador francés, de «una armada de notarios». Rara vez, un contingente explorador tuvo entre sus hombres ... tantos cronistas: Bernal Díaz del Castillo, Diego de Tapia, Juan Díaz, Antón Alaminos… y el propio Hernán Cortés. En abril 2019, en el Congreso «Hernán Cortés en el siglo XXI» revisamos, en Medellín, la obra de Cortés utilizando términos empresariales, culturales y políticos actuales. Cortés como empresario hizo por la Marca España un trabajo extraordinario. Abrió innumerables mercados en el Centro y Norte del Nuevo Mundo, en territorios más extensos que la Europa cristiana del siglo XVI y con la promoción de la navegación por la Mar del Sur, hasta Perú primero y las Molucas después, convirtió en precoz realidad la globalización del mercado. Hubo breves presentaciones sobre su gran obra hospitalaria, sus leyes sociales y de asentamiento en aquellas tierras y los profundos cambios conseguidos en la alimentación y nutrición, de la futura nación mexicana, en cortísimo tiempo. Al analizar su obra cultural, se preguntó: ¿cuántos de los 450 millones de habitantes que hablan español en el mundo se lo deben a Hernán Cortés?

Esta cuestión merece un comentario más amplio para entender al «nunca descabalgado» conquistador y el éxito del castellano en el Nuevo Mundo. Hernán Cortés nació y creció en el evocador marco humanista de las ruinas romanas de Medellín y Mérida. Coincidió en Salamanca con el inicio y consolidación del singular renacimiento humanístico castellano, de alcance universal. Como aprendiz de escribano dominó la literatura castellana, y aprendió latín y jurisprudencia, mientras Antonio de Nebrija divulgaba la Gramática Castellana (1492), iniciando con Jacques Dubois, (Jacobus Sylvius), el auge de las lenguas vernáculas o romances. Durante sus años de autoridad en México (1519-1527), Cortés nunca impuso lengua o religión. Por el contrario, solicitó de sus entrañables franciscanos «que aprendiesen las lenguas vernáculas y que respetasen tradiciones religiosas y costumbres de aquellos pueblos», salvo la idolatría basada en sacrificios humanos. El sincretismo religioso que pervive en México es consecuencia de la tolerancia religiosa de Hernán Cortés. Las ciudades que llevan nombre castellano: Mérida, Medellín, Trujillo, Valladolid… y otras muchas con identidad yucateca o azteca fueron Institutos Cervantes adelantados.

Los naturales mostraron tanto interés por aprender castellano y encontraron en aquel nuevo parnaso literario tanta belleza y atractivo que pronto se convirtieron en gozosos maestros del nuevo lenguaje. La primera Ortografía Castellana, escrita y editada en la Nueva España, se debe a Mateo Alemán, amigo y confidente de Miguel de Cervantes. El éxito del Guzmán de Alfarache (1599 -1604) forzó la primera entrega del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (1605). Comparada la sencillez del relato de la segunda Carta de Relación de Cortés (Sevilla 1520) con el barroquismo del Ingenioso Hidalgo, editado 90 años después, comprendemos el orgulloso uso del castellano que hacen los numerosos representantes de nuestro Siglo de Oro. La entusiasmada aceptación de la lengua y literatura castellana puede apreciarse en Grandeza Mexicana (Bernardo de Balbuena 1603) que nos describe así el momento cultural de México a finales del S. XVI: Aquí hallarán más hombres eminentes. En toda ciencia todas las facultades. Que arenas lleva el Ganges en sus corrientes. Fiestas y comedias nuevas cada día. De varios entremeses y primores. Gusto, entretenimiento y alegría, o asistiendo a los Entremeses Cervantinos que cada año se celebran en Guanajuato. En 1557 Gutiérre de Cetina moría en duelo amoroso en las calles de Puebla, quizás recitando «ojos claros, serenos si de un dulce mirar sois alabados», abriendo camino a una fecunda vena poética, bellísima, insuperable desde México a Nicaragua, Guatemala, Venezuela, Colombia, Perú, Chile… sin demérito del bilingüismo en nauac, quechua, maya, guaraní… En menos de un siglo, la bellísima y cosmopolita ciudad de México, reconstruida, competía con Madrid en actividades culturales y obras de teatro.

¿Qué paso en la península ibérica y en Europa durante el siglo XVI con la tradicional pluralidad de las lenguas vernáculas? Hasta 1492, en la península ibérica existía cierto equilibrio entre los variados lenguajes del pueblo: galaico portugués, vasco, catalán, morisco, que, en poquísimos años, quedó superado por el vigor del castellano, que penetra en Europa y se extiende de manera vertiginosa en el Nuevo Mundo. Sufre de manera especial el catalán, dominante en el Mediterráneo, poco a poco relegado por el progresivo incremento de la población castellano parlante y por puros intereses logísticos ya que los intereses militares y comerciales de la Corona de Aragón son defendidos por los ejércitos de Castilla. Aquí está la raíz de la frustración lingüística histórica cuyas consecuencias vivimos en la actualidad. El castellano prospera en el Nuevo Mundo extraordinariamente rápido, tanto en la sociedad mexicana como en la peruana por la incorporación de las clases dominantes al buen gobierno y el inmediato mestizaje. Todas las crónicas descubridoras del siglo XVI se escriben en castellano y toda ciencia relacionada con el Nuevo Mundo, en el mismo idioma, soslayando el latín, incluso los galenos, boticarios, astrónomos, en definitiva, todas las ciencias. Europa se sorprende cuando los editores de Amberes y Bruselas sustituyen publicaciones en latín de autores castellanos por traducciones del castellano al flamenco, francés y alemán de obras ya escritas en castellano.

La gesta lingüística de los conquistadores ha sido tradicionalmente orillada en favor de sus hechos de armas, más criticables desde la evolución histórica de ciertos conceptos políticos, morales y éticos. El reconocimiento y homenaje de su magna obra está más que justificado pero el escenario, actores e instituciones que deben realizarlo son difíciles de concertar. La posibilidad de relacionar el homenaje con el Premio Cervantes, que está pasando actualmente por momentos difíciles, es compleja. El más alto galardón concedido a la literatura en lengua castellana fue creado en 1976 y promocionado por el Ministerio de Cultura. Se entrega en el bellísimo y acogedor Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en presencia del Rey y en ambiente académico de excelencia. En los últimos años, han podido detectarse ciertas influencias y presiones políticas en la concesión del premio. En 2019, un autor catalán de ignorada labor literaria y poética en español, en sus declaraciones posteriores insistió en que aprendió español por imposición a patadas del dictador, lo que nos dejó entre la perplejidad y la sospecha del dominio de las razones políticas sobre la calidad literaria. Queda pues para la reflexión el tipo de homenaje que puede hacerse a los grandes promotores de la universalidad del castellano. En cuanto al momento y lugar del acto, ahora que vivimos los 500 años de la llegada de Cortés a las costas de Yucatán, es la fecha oportuna. Extremadura dispone de escenarios fantásticos y ligados a la gran gesta lingüística en Trujillo, Guadalupe, Cáceres, Mérida donde, precisamente, en estos días, bibliófilos, Real Academia y otras instituciones celebran homenajes relacionados con la lengua castellana, memoria de Antonio de Nebrija y concesiones del más alto nivel a escritores extremeños.

SOBRE EL AUTOR
Remigio Vela Navarrete

De la Real Academia Nacional de Medicina de España

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