Arma y padrino
La tele que nos merecemos
El verdadero servicio público que necesitábamos era este: desconectarnos, adormecernos, tenernos entretenidos
Pacifismo pardodeverista
El valor de enfrentar a un muerto
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Iniciar sesiónCuando acaba mi día, después de andar arriba y abajo con la actualidad informativa, lo último que me apetece es pensar demasiado. Por eso mi género cinematográfico preferido, de lunes a viernes y desde las nueve de la noche, es 'pelis de no pensar', que ... son esas en las que pasan cosas enseguida (con «pasar cosas» me refiero a que muera alguien por causas poco naturales), no contienen lección moral ni crítica social (si quiero moralejas, leo a Esopo) y que, si me duermo, tampoco pase nada. Antes elegía una, al azar, en alguna plataforma (evitando convenientemente las colecciones Agenda 2030 de Filmin), obteniendo así mi hora y media de desconexión mental, un merecido 'modo ameba' libre de injerencias intelectuales. Ahora no, ahora tengo un método mejor y más rápido: sintonizo RTVE. Por eso quiero aprovechar este espacio para agradecer a José Pablo López el desacomplejado girito de la corporación de Radiotelevisión Española hacia el entretenimiento sin pretensiones, al fichar a Sergio Calderón (del Mediaset de Vasile) como presidente de TVE. Con él vienen también a 'la tele de todos' Belén Esteban y Buenafuente, que se suman a Broncano (y su cáfila de colaboradores y su bombo), a Inés Hernand, a Marc Giró… La élite de la distracción y el esparcimiento.
Que la tele era esto uno lo empieza a comprender más tarde, que todo lo que necesitábamos era que la televisión pública se convirtiera en la Telecinco de los dos mil y yo no lo sabía. Pero, claro, con mi mala cabeza yo en lo que estaba era en que RTVE debía tener vocación de servicio público, convencida de que ese 'servicio público' era el de satisfacer, de manera rigurosa, independiente y neutral, el derecho de los ciudadanos a acceder a la información y a la cultura, sin competir deslealmente con las televisiones privadas. Pero ahora he abierto los ojos y me he dado cuenta de que el verdadero servicio público que necesitábamos era este: desconectarnos, adormecernos, tenernos entretenidos con la babilla al punto, con el encefalograma tendente a la planitud, ajenos a estímulos que pudieran llevarnos a una actividad mental (nada aconsejable) que pudiese devenir en pensamiento crítico. Pan y circo posmoderno.
Y es que al final va a ser que el Nerón monclovita (brillante hallazgo retratístico de Agustín Pery para Sánchez) sabe mejor que nadie lo que 'su pueblo' reclama. Así, mientras lo mantiene (nos mantiene) hipnotizado frente a la caja tonta (más tonta que nunca), aplaudiendo como focas (con perdón, no me gustaría caer en la gordofobia) que Belén Esteban vuelva a ser referente popular y elevando a hito televisivo que una belleza no heteronormativa ofenda gratuitamente a un buen número de españoles, lobotomizados frente al ruido blanco, digo, el emperadorcillo de chichinabo, con sus jueguitos de trilero, nos mueve la bolita fuera de campo. Y de qué manera, señora. Pero no se me distraiga con fruslerías (que si la vivienda, que si el precio de la cesta de la compra, que si la cuota de autónomos) que está Broncano en diferido y eso sí es importante.
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