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arma y padrino

Suavemente me amenaza

Nos pide no confundir libertad de expresión con libertad para difamar. Pero se olvida de decir con la misma claridad que no es él quien dirime lo que es difamación

Rebeca Argudo

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Pedro Sánchez nos ha venido al atril (sin medios, sin preguntas, hablando al viento inmóvil) con el modo drama activado, tan Evita Perón en su cabeza (tan bochorno en la pantalla). Lo hacía para, después del numerito victoriano del no poder más y la manita ... en la frente, reñirnos (primero) y amenazarnos (después). A los que lo estamos haciendo mal, claro. Por primera vez se ha dirigido a todos los ciudadanos y no solo a los suyos, pero el mensaje era muy diferente para unos y para otros. Porque si algo ha logrado Sánchez, con la connivencia de agentes sociales a los que solo separa del hambre que él se mantenga en el poder (y, en consecuencia, ellos en su cargo), es dividir a este país como no se veía desde tiempos muy oscuros. Ahora ya, para él, España se divide entre los suyos y los otros. O, dicho de otro modo, los buenos y los malos (que lo del muro iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde). A los buenos les ha pedido movilización contra los malos (limpieza y firmeza) y, a los malos, nos ha lanzado una amenaza apenas disimulada. Una que se dirige especialmente a la prensa y a la judicatura: un «cuidado conmigo» como un día de fiesta.

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