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Arma y padrino

Hidráulica mental

Hay que estar hecho de una pasta especial para, no digo ya sonrojarse, ni tan siquiera cambiar el rictus

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Rebeca Argudo

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Reconozco mi discapacidad para algo ligeramente parecido al ejercicio de contorsionismo dialéctico constante al que se está viendo sometido el socialista hoy (en aras de la convivencia siempre). No debe de ser fácil. Y eso que yo, como trato de mantener mis certezas a raya ... colocándolas bajo el epígrafe de «en revisión», dispuesta siempre a cambiar de opinión ante un mejor argumento, a la luz de una buena explicación o unos datos convincentes, tengo cierta predisposición (querencia incluso) a una buena enmienda. Aun así, imagínense lo que debe de ser verse en las de defender con la misma vehemencia lo contrario de lo que se defendía hace tres días, con idéntico convencimiento de que es lo mejor, aunque antes era lo peor y no haya cambiado en nada la cosa. Tener que decir «digo» donde se dijo «Diego», solemne, y luego «Rodrigo», y más tarde pues ya veremos. Hay que estar hecho de una pasta especial para, no digo ya sonrojarse, ni tan siquiera cambiar el rictus. Un fruncir el ceño, un apretar los dientes, temblor de labio, tic en el ojo. No sé. Algo. Aunque solo sea por demostrar que se está vivo.

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