arma y padrino
En defensa de la polarización
El problema sería ese constante señalar y acosar, con pretensión de acallar y excluir a las voces que no se pliegan al discurso oficialista
Granujas de medio pelo (10/1/2024)
El Baltasar correcto (6/1/24)
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Iniciar sesiónNo me preocupa la polarización. De hecho, me parece sana. Cada vez que he dicho esto en presencia de gente muy lista, de esta que cita mucho en el idioma original, con mucha oración subordinada y abuso del sesquipedalismo, me han mirado unos segundos ... con cara de vaca viendo pasar trenes y han seguido hablando de sus cosas de listos. Yo, esos momentos, los agradezco y aprovecho para levantarme a la barra a pedir otra cerveza y rogar al camarero que me dé conversación fingiendo conocerme.
Digo que no me preocupa la polarización porque, en puridad, me parece un buen síntoma: es indicativo de salud democrática que corrientes opuestas de pensamiento puedan convivir en paz y respeto. Trato de encontrar ejemplos, por autoenmendarme, de sociedad en libertad donde no existan diferentes posturas políticas, algunas de ellas abiertamente contrapuestas, y los únicos casos que me vienen a la cabeza remiten a momentos oscuros de nuestra historia o a países donde el sistema de gobierno es tendente al autoritarismo, con mayor o menor disimulo. Así que sí: no solo no me preocupa, sino que me parece deseable. El sintagma «polarización», referido a las ideas políticas de una comunidad, tan solo apuntaría, pues, a que estas son distantes entre sí, tirando a opuestas. O, dicho de otro modo, tú bailando en tu volcán y, a dos metros de ti, bailando yo en el polo.
Lo que sí me preocupa es que esa polarización se vea enmarcada en un clima de intolerancia y hostilidad, de ausencia de respeto hacia la pluralidad política, de crispación constante. Y que eso se aliente y promueva, irresponsablemente, por parte de algunos cargos y representantes públicos (obstinados en mantenerse en el poder a toda costa), ciertos periodistas (serviles activistas constantes de lo suyo) y un sector de la academia (sofisticadores del argumento hegemónico por la cuenta que les trae). Esta persistencia en señalar y condenar la discrepancia, achacándola a maldad y a ignorancia, cuando no a estupidez, obviando por completo la posibilidad de que pensar diferente pueda responder a un honesto ejercicio de reflexión, como el propio pero alcanzando conclusiones diferentes, lo único que logra es emponzoñar y dificultar el debate y la conversación pública. Aquí, el problema, no sería la polarización: sería ese constante señalar y acosar, con pretensión de acallar y excluir a fuerza de demonizarlas, a las voces que no se pliegan al discurso oficialista. El desprecio a la pluralidad política, en definitiva. Y seguir señalando a la polarización como el problema lo único que consigue es que intentemos paliar el síntoma en lugar de la enfermedad. Como tratar de curar un cáncer de pulmón con pastillas para la tos. Y eso sí me preocupa.
Más que lo de los pélets. Será por esa infancia levantina frotando con aceite la brea mediterránea de nuestros púberes pies, que imprime carácter.
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