ARMA Y PADRINO
Ni conciencia ni honor
Sánchez se encontraba ya instalado en la excepcionalidad constitucional y democrática. El lunes lo confirmó en RTVE
El simulacro de entrevista de Pepa Bueno
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Iniciar sesiónEn horario de máxima audiencia, simultáneamente en todos los canales de la televisión pública y de manera desprejuiciada, Pedro Sánchez realizaba tres afirmaciones muy preocupantes: que hay jueces que, en lugar de su trabajo, se dedican a hacer política; que continuaría en el poder de ... todos modos, aun no siendo capaz de sacar adelante los presupuestos generales; y que no habría adelanto electoral, porque eso sería paralizar el país. Todas, por separado, ya resultan inquietantes. Juntas, deberían alarmarnos a todos. Independientemente de nuestra sensibilidad ideológica. Y no únicamente por el desprecio a los preceptos ideales de las democracias liberales que denotan (la independencia judicial, el mandato constitucional de la elaboración anual de los presupuestos generales y el proceso electoral son principios fundamentales de nuestra democracia), sino por quién las realiza: el presidente de un gobierno. Como jefe del Poder Ejecutivo en una democracia como la española, su compromiso con esta no puede evaporarse una vez se accede al cargo. Convertiría eso, entonces, nuestra democracia en una pantomima puramente instrumental, en la que el método democrático habría facilitado la creación de un gobierno que, por desprecio manifiesto y falta de compromiso con el ideal de la misma, tendría muy poco de democrático. Así, ese compromiso imprescindible adquirido con el ideal democrático obliga a Sánchez a respetar la independencia judicial y velar por ella; a cumplir con ese mandato constitucional (artículo 134) de presentar ante las Cámaras el proyecto de Presupuestos Generales (eludido inconstitucionalmente desde 2022); y a someterse a la voluntad del pueblo, del cual emana el poder del Estado y que se manifiesta a través de las elecciones.
Sánchez se encontraba ya instalado, en la práctica, en la excepcionalidad constitucional y democrática (indultos, amnistía, financiación especial, vaciamiento del Parlamento, corrupción, incapacidad para legislar y sacar adelante presupuestos). Pero con estas declaraciones, descaradas e inusitadas, ha dejado claro su desdén por nuestra norma fundamental de ordenamiento jurídico y por nuestros derechos como ciudadanos. Ha convertido la democracia española, de facto, en una democracia actuante con unas afirmaciones más propias de un autócrata indisimulado que del representante máximo de una democracia liberal sana. Da igual cuántos voceros mediáticos a sueldo del erario o cuántos socios de Gobierno (tan dependientes ellos de él como él de ellos) traten de justificar toda acción con el encaje de bolillos dialéctico del que sabe que le va el pan en ello. Y puesto que prometió ante nuestra Constitución, el día que tomó posesión de su cargo, por su conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones inherentes a su papel como presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar esa misma Constitución como norma fundamental del Estado, lo que se infiere de su testimonio (lo escuchamos todos) es que no cumple y no piensa cumplir con esas obligaciones y ni guarda ni hace guardar la Constitución. Así pues, por puritita deducción: Sánchez, ni conciencia ni honor.
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