ARMA Y PADRINO
15M no: San Isidro
Desconfié de toda esta mascletà (mucho ruido y pocas nueces) del 'quinceeme' desde el primer día
Onceavo, hasta incluso y estulticia
El jilguero en la mina del feminismo
Pablo Nosequé, el rubio con greñas que tenía un kiosko hasta que aquello que se dio en llamar Podemos (y hoy es pecio político) le trasladó de las chuches a los despachos, celebra el 15 de mayo como el día en el que despertaron. Ya ... saben, conmemora aquella batucada brutalista que fue el pistoletazo de salida de la profesionalización del activismo. Justo el día en que dejamos que los críos se sentaran a la mesa, sin preparación ni educación, a jugar a la alta política, y les permitimos llenar los vasos de migas y jugar con la comida. Con los codos en la mesa, la boca llena y metiendo la cuchara en la sopa del de al lado. «Ilusionaron», me dice alguno, más por justificar su momentáneo (e inconsciente) entusiasmo, el 'folie à plusiers' que permitió que aquello ocurriese (y de aquellos barros estos lodos), que por entender lo que ocurrió. No nos engañemos: nos ilusionamos solos. Era un momento de desafecto general, de malestar social, y nos hicieron luz de gas en beneficio propio. Estos, que ni siquiera fueron relevantes en aquel movimiento, fueron capaces de instrumentalizarlo después, apropiarse de él y hacer de ello bandera. Exactamente igual que hicieron luego con el feminismo (Podemos no nace feminista, se hace luego, cuando ya el descontento se ha desplazado a otro flanco y necesita renovar votos). «Dormíamos, despertamos», pone el tío en sus redes, orgulloso, junto a una foto de una multitud acampada en Sol cuyo cómputo general debe coquetear con los cero días cotizados. Odio decir «yo ya lo dije», pero es que yo ya lo dije. Y lo voy a decir de nuevo: desconfié de toda esta mascletà (mucho ruido y pocas nueces) del 'quinceeme' desde el primer día. A mí me ilusionan otras cosas (una llamada, un guiño, un mensaje), pero no el grito desgañitado del que solo sabe quejarse, del activista constante e incansable. Desde el momento exacto en el que su principal preocupación era cómo cargar el iPhone y su primera medida, impedir el acceso de la prensa y facilitar un comunicado diario a los medios desde «la organización» con aquello que debían contar redactado por ellos mismos en sus propios términos. Es axioma: quien no quiere taquígrafos es que algo trama o algo oculta. Y si, desde el primer momento, lo que más les preocupaba era controla lo que los medios contaban, era por algo. Así, mientras Pablo Nosequé (el rubio ese de las greñas y el bigote, ya saben) celebra el quinceeme como el día en que despertaron, nosotros seguimos celebrando San Isidro. Yo, además y con especial entusiasmo, el cumpleaños de Teresa y de Javi. Ni acampada ni acampado, que diría mi madre. ¿Acaso es merecedor de celebración el momento que podemos marcar como el pistoletazo de salida de la degeneración del debate público y de la calidad de la clase política? ¿El día que permitimos que los peor preparados tomaran el mando (y ahí siguen algunos)? ¿Y quiere Pablo que aplaudamos? Mira, no. El 15 de mayo celebramos San Isidro. Y punto.
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